miércoles, 5 de febrero de 2014
Noche de billar.
Sobre el
tapete azul colocamos las bolas en su triangulo dejando en la mesa los gin
tonic con rodaja de limón y Larios, se decide quien abre la partida aproximando
la blanca a la banda, suena U2, en el
fondo, donde la luz apenas vislumbra las siluetas, las mujeres conversan tras
la cortina de humo.
Afuera, los
relámpagos presentan sus intenciones abiertamente iluminando los más oscuros
rincones, no me tiembla el pulso mientras doy tiza al taco entornando los ojos
por el humo que mi Ducados entre los labios me lanza descarnado.
Salgo y, me
quedo con las lisas, dos a la vez, empecé bien, sin querer adelantar
acontecimientos me guardo para mí el momento que mi alegría pregonaría por lo
alto, evitando la serenidad del hilo musical.
Humedezco
apenas mis labios sin dejar de lado el cálculo de mi segunda mano, mientras el
amigo convertido en rival, intenta camuflar su falta de paciencia estrangulando
a dos manos el taco que aguarda un momento triunfal, que hoy, tendrá que
esperar.
Entran tres
capullos dando la nota con sus elevados alaridos, fantasmas de cualquier fin de
semana que no dejan sacar partido a la concentración que preciso, yo, la música
y mi gin tonic. Al ver a las mujeres solas, guapas y resguardadas, se vienen
arriba en payasadas sin saber sumar que dos y dos son cuatro, entran a saco con
la desgracia que en aquellas noches, pese mi aparente y serena humildad.
Para chulo
con cojones aun cuando la horma no lo requiera, yo mismo. Haciendo en este caso
a los tres tontines tragar amarga saliva mientras con orejas gachas dejan la
cafetería.
Continuamos
con la partida, ellas la charla, ahora más amena al sentirse más bellas. En mi
una rabia contenida me inyecta de vida y energía apretando los dientes como
nunca para evitar soltar esa adrenalina, que se quedo dentro, sin desgastar
esperando volar. Pues no se debe dejar nada a medias.
Sangre
caliente, alterada pese mi aparente calma que se dejo para dar final a la mejor
partida, bajo unas sabanas que duraron poco frías, dos cuerpos se avasallan y
sienten, palpitan de sudores, de arañazos y mordiscos que aun hoy duelen por la
distancia con que los suspiro.
A la mañana
siguiente la noche no se siente, pero se desea
volver a rememorarla y, como mínimo, se deberá esperar a un nuevo fin de
semana, impaciente que regrese. Tiempo que se perdió con el sabor del cigarro,
del gin tonic y sus labios.
Momentos
difuntos a los que me agarro con enorme agrado pese a verme más entero y
coherente, aun siento el sonido de aquellas bolas chocando mientras suena de
fondo U2 y en mi mente permanece el deseo de mi desvelo, mi premio gane o
pierda, siempre fue ella.
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