Guardaré como
oro
en
paño tu memoria
hasta
ese día en el que yo
también
muera.
Tanto
hemos dicho
y
tanto nos quedó por decir,
que
más que pena rabia
dejas
en mí.
Contados
con los dedos
mis
amigos restan mucho,
cuando
la vida ha decidido
rendirte
la carne.
¡Pero
ve tranquilo!
que
tu alma hecha recuerdo
queda
en esta tierra
tan
amada nuestra.
Con
lo bueno y lo malo
porque
aun cuando no lo crean,
has
sido humano.
Sabes cuánta fue
y es
la admiración,
que
aparte de amistad,
te
he procesado sin verme
obligado
más que a ser tal cual.
Con
aquellos infinitos
personajes
del siglo de oro
a
los que hoy conocerás,
te
imagino abrazado
para
en largas charlas, soñar,
como
en esta vida que se te arranca
hicimos
mil tardes
con
su mañana,
de
la cafetería al bar.
¡Y
me cago en la puta,
en
la virgen y todo lo demás!
Cuando
a mi amigo
de
ratos y tertulia
la
parca viene a llevar,
dejando
vacío un tanto
que
hago mío
e
infinito que dejo al resto,
sin
la cortesía de preguntar.
¡Algún
día señor mío!
algún
día nos volveremos
a
encontrar,
aunque
tenga que emerger
del
infierno al paraíso
en
contra de la muerte
que
me hunda en su más allá,
para
hacernos ese café
que
dejaste enfriar.
Allá
donde andes
compañero
mío,
allá
donde estés,
¡juro
por mi tierra!
que
nos volveremos a ver.
Pues
hay pendiente
un
abrazo y cien
risas
encerradas,
que
prometo,
hasta
llegar a ti,
dejar
guardadas.
…y
lo prometido, como lo jurado, es para mí deuda.
Dedicado a Manuel Vicente Segarra Berenguer. Amigo, escritor, director de teatro, periodista... pero sobre todo, amigo.
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