En ocasiones, creo que no sé escribir más que desde
la rabia y el asco. Es mi escasa paciencia lo que me hace en verdad vibrar
agarrando alma y tripas sin poderme controlar. A veces, creo que la
repulsión y el amor están a un paso tan corto el uno del otro, que mis
letras sin quererlo rozan la desilusión que me empuja a follar, apretando sobre
su carne mis manos, mis dientes y rabo.
Pero es cuando tras de mí cierro la puerta y en casa
estamos todos, cuando el silencio sincero de mi versos llena el alma de mi hoy
y mi ayer. Quiero tanto pese decirlo tan poco, que su corriente hiere como
fuego y la mañana me logra despertar, como el hombre más dichoso y el mortal de
mayor paz.
Pero no lo digo pues jamás chillo si no es para
despotricar de aquellos quienes me roban el aliento con su suspiro y,
mi bien con su mal. De
viejo ogro en adelante espero se me tache, con los años, sus cuentos y mí
escaso pesar. Porque soy más lo que parece que de esa verdad oculta allá donde
duele y pocos han de mirar.
Gracias a Dios, me importa de poco a nada lo que se diga de mí. Siempre he
dicho que
para ser feliz ha de cerrarse la puerta de casa y que todos, sigan allí. Puede
que me describa mejor mi mala ostia que mi buen corazón, pero eso no me hace persona, si no, más
bien, profesional de la
situación.
Tras lo que parece, también hay hombre, y carne, y
sangre, secretos, pasiones, vida y muerte. Tras lo que parece soy y allí
continuaré, sea cielo o sea infierno lo que a bien me toque querer con el miedo
por costumbre y el amor sin cascabel. Doblando del pasillo cada esquina y de mi
ataúd haciendo red, con la que pescar mañanas completas y tardes con la noche
donde las voces dejan de ser, ese lamento falso, agotado y sin sed.