domingo, 31 de julio de 2016

La caña de España.




Mi bisabuelo es la caña, uno más de esos muchos que insisten en que los chavales de hoy en día estamos aburguesados. Sin lugar a duda, trata con ello de ser lo más fino posible ya que por lo normal habría dicho amariconados en lugar de aburguesados, pero como se le han mudado enfrente una pareja de gais, se viene esforzando por mejorar y modernizar su vocabulario. 

-Hay de todo abuelo- le respondí con cierta resignación, ya que a estas alturas cambiarlo, sé que no lo iba a cambiar.

-¡Los cojonessss! Aún estoy por ver a uno de vosotros usar papel de periódico pá limpiarse el culo.

Para mi bisabuelo, y cuidado que no está senil, no hay mejor prueba de hombría y madurez que saber hacer buen uso de la amplia variedad de posibilidades y técnicas que ofrece la vida a la hora de sanearse bendita sea la parte tras haber cagado.

–Con hojas de parra o higuera, hasta con una buena piedra y luego con tierra para las manitas, me lo he dejado yo como una patena cientos de veces, y aquí estoy, saniiiisimo- dice siempre que surge el tema, y que alarmantemente, es bastante más a menudo de lo que se podría considerar normal. –Y vosotros hoy- continúa acto seguido -como no tengáis a mano papelito de doble hoja y tacto suave, o no cagas o preferís hacerlo encima, y ya en casa, la ropa pá que la restriegue la mamá y vosotros a la ducha-

Sí, mi bisabuelo es la caña, la de España según mi hermana. El hombre sabe más por viejo que por diablo y sus consejos siempre son sabios. Es muy de recalcar a hijos, nietos y biznietos, que debemos huir y alejarnos de los trepas lameculos, según él, la peor calaña de hipócritas. –Están los hipócritas trepas y los hipócritas sin alma. La diferencia es que los primeros son falsos de narices y su fin es dañar, los segundos no son más que pobres criaturas sin personalidad que se dejan mecer de aquí para allá- suele soltar mi bisabuelo también, cuando se le da la oportunidad, y es que el bisabuelo ha sufrido en sus tripas a muchos de esos asquerosos trepas.

El bisabuelo era el responsable de mantenimiento de una enorme industria metalúrgica, cuando alguna de aquellas máquinas se averiaba acudía pronto a repararla tratando siempre que la noticia no llegara más para arriba, ya que en aquellos días si la avería era por culpa del trabajador, podía ser motivo de despido y en ocasiones, hasta descontando del suelo o indemnización del trabajador el importe de la reparación.  De esa madera es mi bisabuelo, mirando siempre por ayudar al de al lado, callando, ocultando u omitiendo. Nunca hubo de él queja ni de jefes ni de compañeros, pero nunca le ascendieron mientras que otros infinitamente más tontos le pasaban por la izquierda y la derecha, varios de ellos, a los que el bisabuelo antes había cubierto. Como Santiago, compañero y vecino de barrio, el abuelo le sacó no pocas veces de apuros gordos, hasta habló por él para colocarlo en la fábrica, y cuando le hicieron encargado lo primero que hizo fue decir que si se enteraba que reparaba a alguien la máquina sin pasar informe de la avería, hablaría con dirección para que le despidieran. Visto lo cual, como no iba el pobre a prevenirnos de esas alimañas.

Si, el bisabuelo es la caña. En la guerra civil (cuenta él), lo cogieron y le dieron un fusil, luego le dijeron -apunta y dispara para allí-, y como era eso o dejarse fusilar por aquellos mismos que le alistaron porque si, el bisabuelo apunto y disparo, solo que nunca dio a nadie. –Solo hay una manera de dormir bien, y es haciendo lo que uno cree que es lo correcto- contaba recordando aquella época tan sumamente surrealista, que los propios hermanos se mataban por pensar distinto. 

-¿Y qué pasó después?- recuerdo haberle preguntado.

-Pues que perdimos.

-¡Ah! ¿Eras de los que llaman rojos?

-No, yo jamás fui de nadie más que de tu bisabuela, en paz descanse.

-No entiendo ni papa- añadí.

Se sonrió tras de aquellos ojos oscuros y sin brillo antes de inhalar de su cigarrillo. -En una guerra, solo gana el que vende armas y mantiene la tripa llena-

Sí, mi bisabuelo es una caña, la de España, ya he dicho que así siempre le llama mi hermana. Y así, mientras asisto hoy a su misa de difuntos, juró en silencio para mis hondos adentros, que le recordaré con tanto o más cariño que orgullo, pues con todos sus defectos, su tozudez y sus manías, no tengo a guardar de él más que buenos momentos, tal vez, lo único que de él tengo.





jueves, 28 de julio de 2016

Antes de marchar.






Descarnada tristeza con infinita miseria
surcó mis venas aquella tarde siempre negra,
al ver al hombre, ¡mi amigo!,
llorar como lo hacía.
De emociones mal herido
mientras restan ya sus sueños
y en bocanadas sólo,
pequeños pasajes que junto el agua de sus ojos
le roban alguna sonrisa,
rota y corta, pero llena de vida.

Que malo ha de ser saber
que se muere cuando tanto falta por vivir.
Que malo ha de ser, sí, tanto,
que hasta en mi pecho agarra y en el crían,
lágrimas cuan tenebrosas pesadillas.

Ayer dos piernas, hoy, raíces de hueso y vena,
no sostienen al hombre, ¡mi amigo!
Que pese saber que se muere sigue vivo,
plantando cara a la sucia parca
entre un traguito de agua y el siguiente de horchata.

No salían las palabras del pecho
y si, millones de mocos por nariz y ojos.
No salía la voz que tanto aplomo siempre me ha dado ,
pérdida puede, en ese seco dolor de ver y no poder hacer,
cuando mi deseo, desde la cabeza a los pies,
pasaba por dar aquello que se, soy incapaz de lograr.

Descarnada es aquella tristeza
que aprieta mis tripas con saña.
Y solo puedo rezar sin tener claro muy bien,
si para bien o mal,
por ese, ¡mi amigo!
Que algún día, en algún lugar,
abandonará esta tierra sabiendo que la deja sin terminar,
y sin ese fuerte abrazo, que solo espero,
poderle dar antes de marchar.





miércoles, 27 de julio de 2016

Raíz de rencores.





Capacidad sin esfuerzo o mentira
para que la risa jamás destiña.


Amarga raíz que retorcida creces
vertebrada de miedo e impotencia,
repudiando lo que se es,
lo que se pretende ser,
lo que un día se será,
desde la escasa libertad que permite su nacer
tras prohibirse crecer.


Retorcido sentir el que ata, oprime,
mal invierte y, chasquea dientes.


No amanece en la corriente del portador que te retiene,
el que siempre se arrepiente.
Portador de raíces que duelen,
que gustan en recordar
sacándoles sabor desde el más hondo paladar.
Raíces que jamás florecen,
mas que allá de lo que permite la propia muerte.








lunes, 25 de julio de 2016

Entre cuatro paredes.


En agosto de 1912, con tan solo trece años (eran otros tiempos) empecé a trabajar como aprendiz de todo y chico de los recados en la fábrica de calzado que D. José Maciá tenía en el barrio de la Raval de Elche. Entraba cuando aún no había roto el día y en muchas ocasiones llegaba a casa sin que me diera el sol en la cara. Un año después, con dos nuevos socios reforzando el futuro de la empresa, la fábrica se trasladó a una nave mucho mayor en el huerto de Candalix, no lejos de la estación del ferrocarril. Así nació la que se conocería como “Viuda de Maciá, Sansano y Gonzálvez”, dedicada a la fabricación de alpargatas de yute y cáñamo.

Se trabajaba de sábado a sábado y de sol a sol, así pues, tuvo que ser en domingo, el primero de un más que frío diciembre del 27, cuando me casara con María Teresa. Conocí a mi mujer entre aquellas cuatro paredes, era un año menor que yo y había enviudado sin hijos tres años antes a casarnos, nuestro viaje de novios fue pasar el siguiente domingo a la boda en Murcia, llegamos en el primer tren y nos volvimos en el último. Gran capital aquella que por desgracia no he podido volver a visitar.

En el 36, con la guerra tocándonos a la puerta, la sociedad se rompió y cada socio cogió un camino. Eran tiempos complicados, oscuros y muy raros.  Yo, como muchos otros compañeros, seguimos viviendo gracias a aquellas cuatro paredes. La fábrica dejó el calzado de lado y se transformó en una de armamento, antes de ello, nos ganamos el sustento como albañiles en su acondicionamiento, en concreto, en cuanto al refugio antiaéreo que se hizo en su suelo para albergar a varios cientos de almas. Ya acondicionada la nueva fábrica, cambiamos los harapos llenos de polvo de cemento y yeso, por guardapolvos o según sección, monos. Y sin dejar aquellas paredes y su techo, empezamos a fabricar armas y munición para acabar con nuestros iguales.

Finalizada la guerra y vivo no sé si por la gracia divina o por la mala puntería de algunos otros, seguí entre aquellas cuatro paredes. En la posguerra, la fábrica de armas fue transformada en la cárcel provisional conocida como “la de la fábrica Nº2” y allí estuve hasta bien entrado el año 43 porque un vecino sin identificar, comento a los civiles que todos en casa éramos rojos, y como bastaba la palabra de uno para que encerraran a otro… por ello, que mi sitio entre mis cuatro paredes de siempre, no fue esta vez como operario, si no, como preso político.

Sin darme hijos, en julio del 41 me dejó María Teresa, la enterraron sin que pudiera despedirme de ella, hasta me enteré casi de casualidad. Un día no vino a verme a la cárcel, eso era raro porque buena o mala, ella nunca fallaba. El siguiente día de visitas tampoco vino, ni al otro. No teníamos a nadie y nadie se quiso molestar. Un preso, también ex compañero entre aquellas cuatro paredes desde que se fabricará calzado junto ellas, me lo comentó con la cabeza gacha y los ojos llorosos. A él se lo había dicho su mujer en la visita de esa misma mañana… no creo recordar haber padecido más pena ni peor vacío que el de perderla sin poder dejarle un beso en la mejilla, no es lo mismo llorarla como la llore, a llorarla como se merecía.

En la semana santa del 44 la fábrica de armas volvió abrir sus puertas como la fábrica de calzado “Hijos de Viuda de Maciá y Compañía S.L”  muy conocida con la marca “El Faro”, y así es como volví de operario bajo el techo que aguantan las que siempre llamaré mis cuatro paredes, hasta que en el verano de 1967, con 68 años en mis costillas y un cáncer terminal, me sacaron de allí con una vida tan resumida que ellas, mis cuatro paredes, en su yeso desnudo podrían describirla sin precisar de imaginar.


*Esas cuatro tristes paredes se llenan hoy de risas, educación, tolerancia y esperanza. Hoy, pertenecen al colegio público Candalix, antes, Ruiz de Alda*



sábado, 23 de julio de 2016

Mi madurada libertad.





No pienso acallar de libertad mi pensar,
me niego en creer e intentar comprender
lo que se nos trata de vender.
Me niego en reconocer la estupidez
como idea
para un punto final.


Contra viento y marea,
sobre guerras, discusiones y odiseas,
mi grito se desnuda,
se desgarra y eleva,
al no lograr invertir la vida
que hoy si,
me madura
de respuestas la cima.




viernes, 22 de julio de 2016

Cuando.




Cuando la libertad deja sabor a decisión,
respeto, dignidad y nunca a rencor,
se abre todo camino, toda dirección.
Cuando la vida mete el miedo estrictamente preciso,
tiembla el cuerpo en su desnuda emoción.


Cuando te encuentro,
soy inmortal, un dios del Olimpo,
un eco que regresa perfumado
sobre el lomo melódico de embravecidos pianos.
Cuando doy contigo,
soy tiempo y soy camino.


Cuando dejo de andar y miro atrás,
eres tú el sentido, el único motivo,
cuando mis sueños arrancan suspiros,
nunca son por confusos miedos,  
gritos ciegos o revoluciones a dedo.


Cuando despierto, creo sentirme vivo,
hasta que la realidad me aplasta como plaga de grillos,
sin oportunidad de recitar a la noche sus amoríos.
Cuando amanece,
mis dedos te buscan como serpientes,
insisten y solo tras desiertas horas,
se rinden.


Cuando solo un álbum
de recuerdos me presta tu mirada,
tu sonrisa de envidiada perla marina,
allí, es cuando me diluyo en vacíos
donde el infinito se hace negro
y mis brazos, encogidos,
se pierden el respeto
muertos desde adentro.




martes, 19 de julio de 2016

Así les llamáis vosotros, no yo. Recordarlo.




Al que vosotros llamáis prudente,
yo le llamo insulso, y puede, que hasta miedoso,
a ese otro que tachais de coherente,
…no os engañéis.
En la mayoría de ocasiones,
no es más que alguien
que empujado por la corriente,
tan solo se adorna, omite o miente.

La vida es un gran carnaval
donde las máscaras se han hecho
a medida. Con hueso, sangre, carne y piel.

En las secas calles de mi barrio
los rincones se llenan de susurros robados
y oscuridades que no quiere ver nadie.
La noche invita al día
asesinando semanas, meses,
años, siglos y vida.
Y pese lo discreto del silencio,
sigue el carnaval siendo ese ritual,
donde se nos prepara para morir
sin haber logrado distinguir,
entre todo y todos,
la autenticidad que nos hace latir.

Solo la luna, los ríos y el mar,
los árboles,  las “malas” hiervas,
y algún que otro repelente insecto,
son sinceros en su propio y desnudo universo.
El resto ¡y ya podemos disfrazarnos como queramos!
somos y seremos poco más que excremento,
…daos tiempo.

Y así opino, al levantarme a diario
y ver como la prudencia
nos mantiene atados.



viernes, 15 de julio de 2016

Gritemos por la dignidad.





Solo la muerte
tiene la capacidad de rendir al hombre,
solo la muerte
puede derrotarlo, robarle la voz,
su pundonor, la voluntad.
Solo la parca,
esa maloliente calavera,
es en realidad la única
que nos puede impedir modificar
las pautas de una vida no escrita.



No basta con gritar,
no es suficiente votar,
jamás está de sobra hablar,
pelear, intervenir, actuar.
Con el respeto y la coherencia
que distingue al hombre,
debemos y podemos,
hacer grande nuestra intención y palabra,
alejándonos de la resignación como costumbre,
de la desidia como salida,
del conformismo como credo absurdo.



Nunca valió de nada derramar lágrimas
sentado en un sillón sin hacer nada.
No, no se ganan  así las batallas,
no se hace futuro cuando 
no se invierte en el presente.
No, no somos marionetas
a las que puedan manejar con finos hilos,
poner voces distintas,
conversaciones que nunca sentimos.
No, no somos esas marionetas
atormentadas y colgadas en almacenes oscuros.
Grito lo que siento,
cuanto pienso, lo que deseo.
Grito porque puedo,
porque podemos, porque debemos.
Grito sin miedo, sin esconderme,
Grito lejos del silencio que se nos cierne,
de los sucios deseos de quienes no sufren,
de la vergüenza, de acusadores índices,
de la mentira piadosa o no.
Grito, grito,
por no arrepentirme más tarde
de callar sin pretenderlo.


Levantémonos todos a una,
de un color u otro, de cualquier ideología,
a una y por todas.
Cuando tan solo se pide vivir,
una techo para la familia,
una cuchara que soplar sobre la mesa,
un trabajo, dignidad, autosuficiencia.
Todos queremos ver el final de esta abstracta era.
No, no somos culpables
más allá de permitir y consentir.
No somos más culpables
que de querer vivir.


Levantemos la voz
cuando aún se nos pueda oír,
cuando todavía podamos gritar,
cuando aún nos quede voluntad y ganas de luchar.
Levantemos la voz
ante la incompetencia del opresor
que escusado en democracia,
con mayoría o al amparo de intereses foráneos,
puede jodernos a dos manos.
Levantemos la voz,
gritemos a pulmón, salgamos a la calle,
que sin hacer correr la sangre
nos hagamos ver, escuchar.
Que sea nuestra voz por fin,
la fuerza que logre hacer pensar.









jueves, 14 de julio de 2016

Predadores.





En las noches sin alma
soy un predador
de diente y garra.
Yo, como todos,
pues no existen las víctimas,
somos lobos de sangre
y hachas con herida,
en esos cuellos desnudos
y muñecas benditas.


Del pubis a los ojos
y del infierno a eso otro,
la gozo con cariño
y odio con fanatismo.
Soy un predador y lo reconozco
al soñarla sobre mi cama,
con los pies en el suelo
y entre mis dientes…su cuello.


He llorado sangre
y vomitado suspiros,
en aquellas muchas noches
de silencio comprado
y oscuros abismos.
Deseo con desprecio
y quiero con miedo
muriendo en cada polvo
para renacer cuan eco.


Tantas noches sin alma
suman mis espaldas,
que me siento culpable
al no ser más que una cama
y mil momentos
donde fallece el silencio,
se pudre el aire
y, ocultamos la barbarie.









miércoles, 13 de julio de 2016

Lobos y borregos.




A lomos de una pesadilla
cabalgo sobre infernales hogueras,
los asfaltos se pulen bajo las suelas,
la ira decora palabras
acentuadas de rabia,
consejeras revolucionarias,
de lo que se omite por sensata esperanza.


Corruptela de cuentas,
Suiza,
paraíso europeo de jubilaciones con sosiego.
Nunca es bastante,
nunca hay de sobra,
avaricia para cien vidas que hubieran.
Propia se hace
de rutina sangre, de mentira razones,
de vergüenzas sus cojones.


Y me pides paciencia,
fe, creer, confiar.
Y me vuelves a pedir,
esfuerzo, sacrificio, voluntad.
Pero tú, vosotros,
os alejáis de la calamidad que os empeña la realidad,
harto, asqueado, dolido,
os escupo y,
una y otra vez,
me regresa calentito.


Se predica sin ejemplo
con más poder y soberbia
que la del propio Cristo,
apretáis y ahogáis,
nos avocáis al vacío.
Carne y hueso,
son el porcentaje del latido.
Nada, mientras ciertos bolsillos
se alejan del sufrimiento con miedo,
que muchos sentimos,
muy,
muy adentro.


domingo, 10 de julio de 2016

Sombra muda.





Cuan gotas de agua sucia
corrompe mi mente un sueño.
Y la carne, este despiadado presente.
Fiel pasado de un recuerdo involuntario,
hoy, desechos repletos por la osadía del desprecio.
...¿Y el miedo? ¡ay el miedo! 
me hace tiempo y hermano.


Clama y bulle la calle ante un silencio inexistente,
a instantes que no lucen, a oídos sellados,
a la mirada del amo,
a esas lágrimas, que mueren en mi mano
sin saber de la honradez.
El valor de un gramo.


En la muda pena de mis ojos
grita un alma de mil vidas,
sintiendo propias esas mentiras
que nos infringen demonios y política.
Vientos me empujan y avasallan,
me asustan y maltratan.
Vientos que odio despojado de esperanza.


A diario lo veo,
duerme entre cartones,
ingrata imagen que de molestias llena la mirada.
Reflejo callado de lo que tras la cortina
nos espera aguardando en aquel presente
que duele por tan cercano.







sábado, 9 de julio de 2016

Cosas mias.



Encerradas al fondo de ese armario en el que nadie busca,
las noches se retuercen en la espesura de su silencio,
las veo por el ojo de la cerradura donde nunca hubo llave.
Callado, las observo, no quiero despertarlas,
adoro sentirlas en su libertad controlada.
Son como gitanas guapas y bravas cuando suena la guitarra,
idénticas, a la tierra cuando se empapa.

Al fin.




En la resta que suma,
restablezco de manera continua
la búsqueda de aquella persona.
Ignorante, diferente,
defendiendo cosas muy distintas
a las que hoy palpitan en una.


Fugaces sombras,
burlones reflejos,
enmudecido gritar en mi pellejo.
Ira y rabia
me flagelan por dentro
corrompiendo mis contadas lágrimas,
encerrando toda palabra,
desgarrando mi cuello con avaricia y saña.


Sobre el susurro y el viento,
soy solo,
lamento madurado de tiempo,
ideales perdidos
por la lógica y el común sentido.
A mitad del camino,
al fin,
me encuentro sentido.


jueves, 7 de julio de 2016

Me pido ser, no mujer.





En otra vida volvería a ser hombre, y no porque de lo contrario y sin duda, sería muy muy lesbiana. A mí el gusto sexual de cada uno, pues eso, de cada uno es. Volvería a ser hombre (de poder escoger) porque soy demasiado cobarde y cagón como para ser mujer.

martes, 5 de julio de 2016

Sabia naturaleza.




...cuan sabia no será la naturaleza, que nos roba la vista al tiempo que nos crecen las orejas, ciertos y desagradables pelos. Y las arrugas, propias y de la pareja, terminan por robarnos esas diminutas y siempre mudas alegrías, que con firmeza y bajo llave, nos guardo la esperanza para quien sabe...

Eterna y viva.




Con la alegría correteando tus venas,
eterna y viva, tu sonrisa siempre risueña.
Bebo de tus ojos, esos,
que sin hablar me lo gritan todo
sin dejar secretos al fondo de un pozo.


Quererte se me hace poco
cuando cada noche tus sueños arropo,
y pienso, y rió, y también lloro.
Al abrir mis párpados al gozo que son para mí,
la locura de tus ojos… de tus ojos, y mi asombro.


No hay día sin noche, como no hay futuro sin ti.
Algún día espero morir como viví,
amando lo que soy por mi capacidad de quererte así.
Hombre afortunado, en cuerpo, en alma,
a lomos de la noche y brazos de la mañana.


En ese bonito lunar que la propia luna ha bautizado,
mi sol y mi sangre, en secreto se han bañado
con los azucares de mil pasados.
Y cada amanecer entre mis dedos,
presentes y milagro sueldan a tu lado.


Va tan deprisa la vida
que me siento perdido al mirarte cada día.
Se me encoge el pecho y gruñe su recuerdo
al notar cómo crece y crece tu cuerpo
sin poder congelar el tiempo.


¡Mi pequeña!
Crezca cuanto crezca, se distancia cuanto quiera.
Mi pequeña por siempre en el aliento de las venas,
barco a la deriva entre el sol y la luna
que son sus ojos y son su muda.


Aladas mariposas de colores,
son las fotografías que acumulan los rincones,
los de casa, y esos otros del corazón,
que un día de estos, mirando para adentro,
reviviré con anhelo y desesperación.


No, no quiero pensar en mañana,
hoy, solo quiero abrazarte, besarte,
impregnarme de tu olor,
quererte tanto como pueda, en esta locura que apenas comprendo.
Hoy, solo quiero vivir, hacerlo en la realidad de tu sentir.


Sin ojos en mi cara, ni tiempo a mi espalda,
grito orgulloso a la vida y a la parca.
Escuchando tu risa,
¡por fin! se que por algo valió la pena vivir,
mi tiempo y mi rutina, son un todo por ti.


En tu pechito de hilo,
un corazón de oro, diamantes y rubíes,
hacen de mi noche y su rota mañana
el seco latido que me levanta.
En tu pechito de oro…amor y ganas, en infinitos me abrazan.


Soy pecador pese no ser malo,
un vulgar mortal de tantos, alguien,
que amó y se sintió amado,
entre la sonrisa de tus labios y la calidez de tu abrazo.
Gracias por ser en mí, presente de vida y sentir.


 Feliz doce cumpleaños Ana.






sábado, 2 de julio de 2016

Cansado de explicar.



Cansado.  Cansado de aquellos tantos y tantos
reparos que sin sentido práctico
crecen de fuera adentro con la semilla de la ignorancia
y el desprecio.
Cansado, de señalar y ser señalado,
de esconderme y ver cómo se esconden,
de callar y veros callar,
de morir a solas tratando de vivir en paz.
Cansado, de aparentar lo que no soy, eso,
que quieren hacer de mí.

Cuán absurda la intolerancia de una razón,
que armada con la sombra hueca del valor,
se cree por encima de las voluntades,
de las ideas distintas, de la pena y la alegría.
Hasta que llega ese día donde el aliento deja de oler
y la sangre de regar.
Dejando muy atrás el deber de respetar y amar,
de cada cual, su forma de pensar.

Cansado de tolerar lo que a mí se me prohíbe,
quisiera gritar, romper, destrozar,
pero entonces pienso;
-¿Y en que me diferenciaría del resto de prisioneros sin cerebro?-,
y lloro, lloro como no lo hice desde muy, muy pequeño.
Y con aquella misma gana infantil
trato de soñar, que esto de hoy,
pasará como la edad, dejando tan solo,
las cicatrices del penar.