...Ahora con mi edad resulta que soy un viejo verde,
así me llama por lo menos Isabel, la niña del Palmi ¡menuda calienta braguetas la niñita los cojones! Cada vez que paso
hacerme un café y me atiende ella, con esos escotes que se calza y esa pinta
puta que Dios le ha dado y ella realza. Me dice lo mismo, y eso que yo,
tan cortés como siempre, sólo le digo, y por lo bajito.
Que el Palmi tiene un pronto muy chungo y una oreja en verdad fina. El polvo que le
metía. Pero que vamos, yo, y medio pueblo. Y por ello me dice, por lo
bajito también y con una sonría de oreja a oreja. Que soy viejo verde. Por lo
visto uno solo pasa a ser verde cuando es lo suficientemente viejo como para
que los pellejos, como las orejas y los huevos, cuelguen y hasta balanceen.
Pero cuando uno es como yo y toda la vida ha estado tan salido… ¿de qué color
era antes? Yo me decantaría que azul turquesa, aunque claro, claro, no me
queda. Si, para Isabel, e imagino que para otras muchas, tan solo soy
un decrépito viejo verde, y la verdad, me la suda. Anda que no le
vino bien a Isabel este viejo verde hará ya para dos años, cuando me la encontré
por la calle bastante apurada, diría, que hasta agobiada. La calienta braguetas
tendría entonces unos veinte años y por lo visto le faltaban cincuenta euros
para el teléfono móvil que tanto quería. Todos sabemos que el Palmi es del puño cerrado, pero cerrado, cerrado. Vi la oportunidad y probé,
le dije que yo le daba esos cincuenta euros, pero a cambio de follar. Ni se lo
pensó, dijo que sí, pero como no me terminaba de fiar, me la lleve a casa, y ya
allí, le solté la pasta. Y esa que hoy me tacha de viejo verde, me comió bien
comida la polla antes de que la follara a lo misionero en la cama,
y terminará corriéndome sobre su cara. ¡Cincuenta euros de mierda!
hubiera pagado doscientos, pero eso no se lo dije jamás, ya
que quién sabe cuándo podría precisar cambiar de móvil, y oye, a lo
mejor. Tras aquello y después de ducharnos por separado, la baje de nuevo al
pueblo...
domingo, 31 de diciembre de 2017
viernes, 29 de diciembre de 2017
....fragmento.
...sobre
mí,
sentí
la calidez,
estabas
aquí,
no
era un sueño.
¿O
si?
Siguieron
mis brazos
balanceando
espacios,
mi
boca, sellada,
quería
pedir y pedir,
de
poder, tu sentir,
para
lo cual,
solo
deseaba
morir.
lunes, 18 de diciembre de 2017
De ayer a hoy.
Corta es la memoria
en el recuerdo de las fosas.
Ni dolor, ni lastima
se acumulan en esas hondas y primeras
que, sin culpa y sin pena, se tintan con las sombras
que arrancaran a la carne la vida
y, en el olvido, sumergen la alegría.
martes, 12 de diciembre de 2017
Dos que en uno convergen.
En cada comienzo un aliento,
en cada vida un complejo,
en cada pecho un suspiro,
y en cada sueño, dos minutos.
Y… en cada te quiero, cielos
que padecen
pero también se eternizan,
sueldan al aire sus tripas
y al corazón, el resto de la
vida.
En un diciembre que hasta
entonces
podía ser otro cualquiera,
dos que por siempre en uno
quedan
ríen con la misma gana que
las estrellas
y las almas, que las musas y
de su pueblo,
palmas verdes y blancas
Por delante, lo que siempre
queda,
un camino del que nada sabe y
todo se espera,
del que todos hablan sin
saber una mierda,
al que ellos susurran y
algunos pocos, aplauden.
Un camino, como diría el que
suscribe.
Pa echarle cojones
y, todo el cariño
que nos hace mujer, y hombre, y destino.
Mis mejores deseos para Pedro
y Desiree, dos, que en uno convergen en este diciembre de 2017.
lunes, 4 de diciembre de 2017
Qué tiempos aquellos.
Como mueren los capitanes,
con el acero en mano
y la cabeza alta, caerán mis sangres,
mis brazos y austero. ¡Bravo!
Como ellos, héroes del tebeo,
me sentí hace mucho.
Montañas de arena hacían mi castillo,
y mi coraza, un pechito menudo.
No perdía los días, les vencía,
como a la mismísima muerte
lo hacen aquellas noches sumergidas.
Era eterno, desconocedor del miedo,
todo alma, orgullo, sentimiento,
un halcón mecido por el viento,
y también, ese torito negro, y puro, y tierno.
Sobre mi fortaleza de arena
la fuerza que ya, de mi reniega,
nacía sin morir en vena,
como lo siguen haciendo las primaveras.
Que tiempos hermanos míos.
¡Qué tiempos aquellos!
donde sin darnos cuenta tanto nos quisimos.
…que tiempos, que tiempos todos aquellos.
A
mis cuatro hermanos.
martes, 28 de noviembre de 2017
Pues sí, sí.
En casa lo que más se gasta es leche (yo apenas la cato),
latas de atún, pasta de dientes y papel higiénico… aún no se qué, pero seguro
que esto, quiere decir algo.
miércoles, 22 de noviembre de 2017
Que extraño es el amor.
Que extraño es eso del amor, cuando crees que lo tienes,
como el aire indomable se te escapa de la mano
dejando descalza de gana toda aquella ilusión
con la que cada mañana, uno levantaba.
Que sensación tan extraña esa que te hace morir
porque alguien se marcha,
esa, donde el mundo se derrumba, aquella donde por fin
notas el hueco que por dentro llora
ahogando de silencios el poco peso del alma.
El amor es tan vital como amargo, tan de ayer como de mañana,
algo tan deseado como extraño y tan fuerte como la montaña.
Por mucho que se piense nunca se desarma,
mas que con ese dolor que no dice nada
y las palabras que fueran de pasados, esperanza.
Yo, me lo pido y con ansia lo guardo
bajo un pecho y sobre las mil lágrimas,
donde todos fueron y todos serán
de mi vida, costumbre, luz, y nostalgia.
Que extraño es el amor y que ruin lo es la muerte,
ladrona que nunca perdona y que al hombre,
como a la mujer, de oscuridades asola.
Dejando huérfanas las manos, los besos,
las alegrías y ese amanecer
con el que cada día se sueña y cada noche atormenta,
sin que tras de nosotros se escuche abrir aquella puerta
por la que entraba el amor que con nombre y apellido,
nos bañaba de olores, risas y suspiros.
Que extraño es el amor que nadie ha visto y tantos sentimos,
en ese yugo que adormece los sentidos cuando nos deja a solas
con unas pocas fotos y demasiados minutos.
lunes, 20 de noviembre de 2017
Esa, no fue mi guerra.
El
teniente de ingenieros Mackenzie estaba a no más de quince o veinte metros de
mí cuando un proyectil le entró por un lado de la cabeza y le
salió por el cuello, cayó al suelo como una piedra. Aún
corríamos en busca de resguardo cuando pude verle convulsionando boca abajo
sobre aquella helada y hostil tierra. Las posiciones alemanas, mucho más
elevadas que las nuestras, y aquellos campos llenos de minas, nos hacían el
blanco perfecto. Se solicitó fuego de artillería, nadie vio
al francotirador, pero estaba y seguía entre aquellas rocas altas.
Un
cuarto de hora más tarde, con la montaña supuestamente barrida por las bombas
aliadas, volvimos a buscar minas con el fin de abrir un camino a las tropas.
Finalmente, poco antes de que cayera la noche y tras dos nuevos bombardeos
intensivos sobre territorio enemigo, despejamos una senda que se marco en
blanco para que fuera cruzada por los algunos soldados de manera segura, poco a
poco se iría limpiando de minas más terreno para el paso de los carros.
El
comandante Low, uno de los pocos y valiosos oficiales que nos quedaban vivos,
cogió una veintena de hombres, cargados hasta arriba con los botes neumáticos y
con él a la cabeza, se dispusieron a cruzar el campo de minas. La intención era
llegar hasta el río y pese su crecida por el deshielo, cruzarlo y
afianzar la posición al otro lado. Pero, pese a la luna llena la senda
marcada de antemano no era tan visible en la oscuridad y el comandante, que se
salió de la línea, piso una mina. Su pierna derecha quedó tan
destrozada que hubo de amputarla mucho más arriba de lo que
venía siendo lo habitual con aquellos artefactos creados precisamente para
mal herir y no matar, ya que los muertos no retrasan tanto la marcha como los
heridos.
Tras la
explosión, seis bengalas verdes iluminaron el cielo y tras ellas
fuego de ametralladoras y morteros. Cuatro hombres con su comandante
arrastras lograron regresar sobre sus pasos, otros cinco lograron llegar
al río, el resto perecieron en mitad de aquel terreno plagado de
minas. La artillería amiga volvió a barrer aquellas infernales montañas y poco
después se volvió hacer el silencio, ese, que en ocasiones daba más miedo que el
infernal ruido de las explosiones.
A la
mañana siguiente, tras un nuevo e incesante bombardeo sobre
las posiciones alemanas, se logró llegar a
la orilla de aquel sucio y frío río, no muy lejos los unos
de los otros encontramos los cinco cadáveres de nuestros
compañeros. Un tiro, un soldado, habían sido borrados de la faz de la
tierra por los francotiradores que ocultos en la noche salían para darnos caza.
El cabo Robert, de treinta años y vecino de Liverpool, murió desangrado a
unos metros de donde le habían dado, la marca de su cuerpo arrastrándose y, sus
congelados dedos sin uñas y completamente ensangrentados, eran la prueba de lo mal
que tuvo que pasarlo aquel buen hombre.
El
ridículo de los franceses defendiendo su tierra en esta guerra de mierda, hacía que los
pocos que todavía luchaban lo hicieran con la gana de resarcirse y
recobrar cierto honor,. Aunque el resto de aliados eran reticentes, siempre se ha
dado bien al humano generalizar. Recuerdo a mi capitán decir en infinidad de
ocasiones que los franceses solo valían para hacer trincheras. La insistencia
de su general, Sr. Juin, en que fuera sus tropas las encargadas, una vez
cruzado el río, de tomar la montaña, terminó por ser escuchada y
este ordenó un ataque frontal que otros vieron como un suicidio. Aunque
al fin y a la postre, sería el suicidio de esos que ni su tierra habían sabido proteger
cuando todos les consideraban una potencia militar. Vamos, que si caían pero por
lo menos se llevaban a algunos por delante, algo sería algo, y eso, siempre es más
que nada.
El
general Juin había conseguido reclutar unos miles de hombres entre fugados de
la propia Francia y tropas de sus colonias y protectorados en el norte de
áfrica. De esta manera, tunecinos, marroquíes y argelinos llegaron a sorprender
al resto de aliados bajo la bandera francesa. Estos soldados llegaron a
adentrarse siete kilómetros en territorio ocupado dejado tras de sí muchos
soldados pasados por bayoneta, es decir, que tomaron posiciones luchandolas cuerpo
a cuerpo, a la vieja usanza. Pero aquellos mal nacidos por igual
dejaban alemanes muertos que mujeres violadas mientras al resto de su
familia les encañonaron para evitar que se movieran. –Todo tiene su
precio- escuche decir a algunos de nuestros hombres. Yo no lo creo y muy
al contrario, me avergüenzo, yo no estaba en aquella guerra para violar a
mujeres indefensas e inocentes a las que se supone íbamos a liberar del yugo
fascista. De lo mucho y horroroso que recuerdo de la
guerra y en concreto de la toma de Monte Cassino, me atormenta la cara de aquel
padre, un simple agricultor que no hizo jamás daño a nadie, cuando impotente
vio morir entre sus brazos a su niña de doce años por culpa de la hemorragia
que le provocó la violación masiva de aquellos salvajes. Allí,
ante la cara desencajada de aquel hombre, me di cuenta que me
equivoque de guerra.
1º premio concurso de relatos "Con un arma en la mano" 2015.
miércoles, 15 de noviembre de 2017
Palabras vacías.
Palabras planas son todas aquellas que
se amontonan en el alma
como lo hace la mismísima pena en cualquier campo
santo,
son esas que sin uña se agarran para
decir siempre lo mismo,
las que no gritan por evitar molestar en
los oídos,
las que nunca flotan y pese llamarse
buenas, jamás perdonan.
Y yo, yo no quiero llenar mis huecos de
ellas,
yo lo que quiero es que al levantar los brazos
el aire los mueva
con la misma liberad que han de moverse
aquellas otras palabras,
que a medias o eternamente completas,
salen sin ser medidas y, sin ser
medidas,
caminan en busca de la realidad, de su
esencia.
Las palabras planas son las que dicen, y
dicen,
pero aburren hasta las piedras, que
duras como el abismo de su miseria
se dejan perder como se pierde la
tierra, entre aquellos ecos
que sin quererlo perecieran en bocas y
manos mudas de ellas.
Hoy, al salir a la calle el frío me
acarició la nuca,
me he subido la solapa de la chaqueta, y ese
frío,
como si jamás existiera, ha desaparecido
como con la muerte
lo hace aquella dura pena, al sentir bajo sus alas
palabras que quisieran y nunca lo fueran.
palabras que quisieran y nunca lo fueran.
viernes, 10 de noviembre de 2017
Casi siempre...
Casi siempre nos vestimos tanto
por fuera como lo hacemos por dentro,
porque aun cuando no lo
queramos reconocer, tenemos miedo.
Miedo, a ser distintos, a que
vean a través de nuestras alas de cristal y tiempo,
todo lo que somos, lo que
queremos, lo que rezamos.
Rara vez sentimos el aire en
la cara por culpa de la mascara
con la que nos mostramos al
mundo, sin que a este, le importe eso mucho.
Somos todo lo que ocultamos y
casi nada de lo que ensañamos,
porque pensamos que así la
vida nos será más fácil.
Con la familia y en torno a
los cuatro amigos, gritamos,
porque es allí, y solo allí,
donde por fin nos despojamos de ese disfraz
oscuro que nos colocamos,
y todo, porque creemos que
pensamos.
Y por eso, por no nos
molestarnos en ser quienes somos,
morimos encerrados donde
nadie cabe, donde nada queda, donde la vida así mismo,
despacito, despacito… se entierra.
miércoles, 8 de noviembre de 2017
la picha y sus cosillas.
“El que tiene la picha más larga es el que más
folla” esta frase del tipo símil del genero bravuconada empresarial, la he
escuchado decir en demasiadas ocasiones a esa gente prepotente y cortita, por
lo normal, empresarios del tipo chichinabo, a veces incluso, ni a estos, sino a
sus encargaditos. Demostrando hasta qué punto el tonto se supera con el tiempo.
Lo penoso de esto, ya no es lo ridículo de la frase en sí misma, si no, el total
desconocimiento del que lo dice a boca llena, sobre que, hasta los que la tienen
pequeña, follar, follan. ¿Menos? es posible, pero follan. En fin, el increíble
mundo de la picha, ese colgajo que pese carecer de sesos, anda tan
peligrosamente cerca de los huevos, que a lo mejor por eso… a lo mejor por
eso. ¡Ay, ayyy ay! si les contara lo que yo con esta modestia que me
cuelga he sido capaz de follar... las manos a la cabeza se echarían todos
aquellos que tan larga la tienen, fijo, pero que vamos, fijo, fijo.
lunes, 6 de noviembre de 2017
Hilando decepciones.
Me
duele
la
desbordada ignorancia,
el
déspota atrevimiento.
Me
dañan no pocas palabras
arrastradas
en su concreto tiempo.
Me
duele,
duele
muy dentro,
el
homicida descaro
con
que se apuñala
a
los desahuciados.
Sin
coherencia merecida
tragamos
lo que una
Europa
lejana y egoísta
dicta
caprichosa.
Mientras
que en casa
nos
venden el alma
disecada
y podrida
con
el polvo de la avaricia
y
la mentira.
Un
trabajo para vivir,
para
pagar y tratar de estar en paz.
Un
techo que permita calentar,
unos
minutos donde reír,
donde
soñar y cantar.
¡Tan
difícil es!
¡Tan
irracional!
Cuan
calentitos van aquellos
que
en sus peldaños de oro viejo,
ni
ven los ojos a la pena, ni son capaces de notar el alma
mientras
su pueblo sin trabajo ve perder el hogar
que
antes fuera del padre y la madre que ya no están,
y
por lo menos, se evitan llorar.
2º
Premio de poesía categoría 3 (adultos) en el XX concurso fiesta internacional
del trabajador.
martes, 31 de octubre de 2017
De mi próxima novela. De azul turquesa a verde. Que sera erótica y puede, que algo más.
...Yo no he sido nunca
de poner nombre a mi polla, ¿estoy orgulloso de ella? Mucho, pero de eso a
bautizarla… creo que ponerle nombre es un horterada casi tan gorda, como poner
en el culo del coche tu nombre y el de ella. Tengo amigos que si, el que no la
llamaba terminetitor, la llamaba predeitor o
hermanito salvaje. Por originalidad se salvaban Isidro y Toño. El primero la
llamaba Calimero y el segundo Damián. Jamás supimos lo de Damián a santo de
qué, y es que Toño para algunas cosas era muy suyo. Yo nunca salí de polla,
cipote, picha, pene o badajo ¡vamos! lo normal. Lo normal, y creo que más
que suficiente para algo que al fin y al cabo, es lo que es y da para lo que
da. Que fue bastante, es posible, que hasta mucho… me refiero a lo que a mí por
lo menos me dio de sí. Y aunque cada día es menos, algo me sigue dando de sí.
¡Benditas pastillitas! Donde más servicios me cubrió y con
un éxito arrollador, me atrevería a decir, que hasta sacando
matrícula de honor. Fue en mi primer coche, un maravilloso Seat 1430 de tercera
mano con el techo blanco y el resto en un preciso azul marino. Aquel bicho
tiraba de lujo y su espacio era magnífico, atrás podían follar tres o
cuatro sin problema. Aunque mejor se follaba en el Seat 1500 de mi viejo, pero
cualquiera se lo pedía para manejarse con una niña allí adentro. ¡Joer! pues no
era nadie papá para con la limpieza de su coche. Si se te caía un pelo, lo
encontraba, y si el color o textura distaba de los de la casa, era capaz de
interrogarnos uno por uno hasta averiguar cómo aquello pudo llegar allí. Quita,
quita, mucho mejor en mi propio carro. El coche para un hombre, o por lo menos
para cuando uno empieza a notarse hombre, es como su castillo, tú entras
allí dentro, cierras la puerta, ¡y che!, el amo del mundo. Si encima
llevas musiquita de la buena, buena. O sea, de los setenta y ochenta… como
mucho, mucho, primeros de los noventa. ¡Búa! ¿pá qué más? Anda que
no habré chingado yo a ritmo de Fangoria...
lunes, 30 de octubre de 2017
Artes marciales.
Porque si, las marciales, son un arte.
El saber defenderse, que no agredir, es un derecho de todos y, en muchas ocasiones, más de las que seria lo ideal, una bendición que nos puede evitar algún que otro disgusto. Cuando la gente que nunca ha practicado alguna de las muchas disciplinas que componen las artes marciales escucha hablar de estas, tiende a imaginarlas como algo inalcanzable, lejano. Algo, tan solo al alcance de los que llevan mucho practicándolas, a los que por lo normal tendemos a imaginar como gente fuerte y muy, muy deportista.
A ver, una cosa es tener unas nociones básicas de defensa, y otra muy distinta, es practicar este deporte de manera continua. Ejemplo, a muchos nos agrada la cónica y no esta en nuestra intención trabajar de chef en la vida. Pero ¿a que mola saber moverse entre los fogones? pues el mismo gusto da saber como actuar ante una agresión. Y para eso, no es preciso ser un maestro en las artes marciales.
A ver, una cosa es tener unas nociones básicas de defensa, y otra muy distinta, es practicar este deporte de manera continua. Ejemplo, a muchos nos agrada la cónica y no esta en nuestra intención trabajar de chef en la vida. Pero ¿a que mola saber moverse entre los fogones? pues el mismo gusto da saber como actuar ante una agresión. Y para eso, no es preciso ser un maestro en las artes marciales.
Cada día más, asociaciones de amas de casa, de padres de alumnos e incluso vecinales, apuestan por contratar a un profesional de dichas artes para impartir algunas clases y ofrecer consejos a quienes sin practicarlas de manera continua, incluso, personas que no hacen ningún deporte, quieren saber que hacer en según qué circunstancias. A fecha de actual y por menos de 30 euros, todos tenemos en nuestra mano la posibilidad de aprender las nociones básicas que podrían marcar la diferencia a la hora de evitar un mal trago. Y es aquí, porque le conozco y me parece tan grande como persona como profesional, donde voy a hablarles de D. Matias Luque. Cinturón negro 2º Dan e instructor internacional de Okuden Kyusho Jitsu. Instructor de B.T.C Self Defense (Bolígrafo táctico de combate). Monitor de Kali/Eskrima/Arnis y cinturón negro de Aikido.
Matias lleva dedicándose profesionalmente al mundo de las artes marciales 20 años, regenta la academia "Okuden Academy" en la vecina localidad de Santa Pola, impartiendo clases de todas sus especialidades y, ofreciendo de manera puntual talleres de defensa personal. VIDEO
Si tenemos claro que para saber defenderse no siempre el musculo es lo primordial, ya que con algo de cerebro (que viene de serie), y técnica, que una vez que se sabe se puede practicar en casa. Me da, que ya no hay justificación que valga que nos impida aprender ese poquito que nunca se sabe cuando o porqué, nos puede hacer tanto bien.
https://www.facebook.com/okudenacademy/?ref=br_rs
Ese es el enlace por si les atrae la idea para contratar clases particulares, o porqué no, para organizar algún curso en su comunidad de vecinos, colegio o asociación.
Si tenemos claro que para saber defenderse no siempre el musculo es lo primordial, ya que con algo de cerebro (que viene de serie), y técnica, que una vez que se sabe se puede practicar en casa. Me da, que ya no hay justificación que valga que nos impida aprender ese poquito que nunca se sabe cuando o porqué, nos puede hacer tanto bien.
https://www.facebook.com/okudenacademy/?ref=br_rs
Ese es el enlace por si les atrae la idea para contratar clases particulares, o porqué no, para organizar algún curso en su comunidad de vecinos, colegio o asociación.
Escribe un mensaje...
domingo, 29 de octubre de 2017
¡Che! ¿Y si nos vamos yendo un poco así, como a la puta mierda?
No cabe, ni en la cabeza de conocimiento contado y justo,
otro final que no pase por diñarla el día que menos te vas a pensar.
Pese a ello, somos tan sumamente gilipollas
que nos seguimos llevando mal,
cuando tan sólo, hay una oportunidad.
A ver quién es el listo que me dice lo contrario
viendo el mundo como esta,
lleno de gallitos mal paridos cuyo fin es asesinar,
por esa fe ridícula que hace del extremo voluntad,
y al vecino. Rival, salvaje y criminal.
¿Que me dicen del fútbol? deporte nada más,
que nos inyecta en la tripa aquello que es de todo menos imparcialidad,
dando al tonto alas para sentenciar,
al que golpea la pelota en dirección distinta
o al que con un pito hace empezar, y hace parar.
El mundo de cada uno terminara por igual, en un soplo de aire,
pero eso da igual, mientras hay vida hay esperanza,
y odio, maldad, envidia, ignorancia, y cosas a las que follar.
Así pues ¡jodamos! Jodamos al de enfrente, que morir, morirá,
pero que lo haga antes y peor... ¿consuelo de tontos? si, pero consuelo.
Con tanto ombligo hinchado y tanta razón sin meditar,
nos seguiremos matando por aquello de adelantar
lo que sin duda, nos ha de llegar.
Porque la vida es fantástica y, la naturaleza con toda su inmensidad,
pero el hombre es idiota y da para poco más,
que aprender a sacarse los mocos con la mano que no le han de cortar.
Es posible que no se me note,
pero estoy cansado de tanta gilipollez sin depilar.
La vergüenza me somete según madura mi edad, y en ella,
atado de pies y manos, a bien solo mi lengua dejan andar,
hacia aquellos inclinados acantilados donde el fin no comienza
y la muerte viste igual, al idiota con corbata que al listo con alpargata.
martes, 24 de octubre de 2017
Un trocito de la novela que solo esta a la venta en Amazon. De naturaleza tocapelotas
...Pipo, mi chucho, es un
chihuahua color chocolate con un brillo de pelo impresionante que me regaló un
cliente. No se parece a los padres en nada. Ni color, ni tamaño, tal vez en
carácter. Este nos salió cachas para los cánones de la raza, no sabemos si por
genes de antepasados, la alimentación casera que se lleva sí o sí con aquello
de -Uuuyyyy que lastimita, mira, mira como me mira, que ricooooo- ¡No sabe na
el chucho los cojones!
Un encanto de animal en
casa y un demonio en la calle. Exactamente lo contrario a Paqui. Cuando ve a
otro perro (me refiero a Pipo) se eriza de cabeza a rabo, sus ojos y orejas se
le ponen de un rojo ensangrentado, arrancándose para ellos como un caníbal
hambriento tras dejarse la dieta de lombrices, ladrando y mostrando los
dientes.
Se dice que los perros
que se parecen a sus dueños. La verdad es que Pipo en cuanto a lo imponente de
su porte, lo demandado que es como semental, muy bien podría ser identificado conmigo.
Pese a su discreto tamaño, ya lo conoce todo el barrio, tiene a la mitad de la
peña acojonada. Unos, “entendidos” en psicología canina desde que vieron cierto
programa de televisión y compraron los respectivos libros de autoayuda, me
dicen que lo de Pipo es inseguridad o miedo, por ello, si lo dejo suelto, al
final no haría nada apartándose del resto de perros con el rabo entre las
patas. ¡Pamplinas! Estoy seguro de que si lo suelto, atacaría aun teniéndolo
todo perdido, este perro para eso es bastante anormal. Quién sabe si el cliente
que me lo regaló no tendría un presentimiento y por eso, el muy cabrón me lo
endoso pese a su pedigrí.
Pipo es un perro de
características interesantes si uno se fija. A lo primero llamaba mucho la
atención, con más del año de vida, seguía embistiendo hasta a las hembras en
celo en lugar de tratar sacar mejor partido a su energía, lo que nos dio a
pensar que era homosexual, ya que, a machos de su misma raza, a algún pícher y,
sobre todo a los yorkshire terrirer, les hacía y hace unas felaciones que les
dejaba chorreando de caliente baba los bajos.
Nada más lejos de la
realidad. Como la gran mayoría de bichos que respiran, Pipo es bisexual. Un
buen día se le cruzó en el camino una perrita en celo. Una perrita sin raza
definida, valiente, sabia y apenas un poquito más grande que él, una hembrita
con experiencia en amoríos y una quemazón que le hacía restregarse el potorro
con cualquier cosilla, una zapatilla, el peluche de los niños, el cojín del
sillón orejero, todo le servía. Pesada como ella sola, logró finalmente
beneficiarse a mi Pipo, y a la primera de cambio, nos hizo abuelos.
Otra característica
importante de Pipo, es como defeca, ya que solo lo hace sobre tierra. Y si no
hay de ésta cerca, si es preciso, se sube a una maceta y, encogido encogido,
allí lo deja. Es ideal para abonar el perejil de la vecina de mi suegra. No
sería la primera y tampoco creo sea la última, que Pipo caga mientras levanta
la patita para mear, e incluso, subiendo las patas de atrás al tronco de alguna
palmera.
Varias veces me he
dicho a mí mismo que si alguien pasa por aquí y dejo esto ahí, seguro se
preguntará cómo leches pudo poner el culo el chucho para que la mierda quede
tan bien puesta a dos palmos del suelo. Solo si llueve evita cagar sobre
tierra, le da repelús el barro, se nota es perro de raza delicada. Solo
entonces caga en la acera o el asfalto, pero siempre con el culo apegado a
cualquier lado (farola, buzón, boca de incendios, rueda de auto). Es muy
meticuloso con eso de que su culo pueda verse sorprendido.
Entrado en materia.
Como tenga la suerte un día de tropezarme con el capullo o capulla que no solo
permite, sino que tampoco recoge aquello que su perrito deja junto la puerta
peatonal de acceso a la urbanización, prometo restregarle el morrito antes de
que se enfríe, para acto seguido, hacérsela tragar entera, aunque tenga que ser
yo quien se la mantenga...
lunes, 23 de octubre de 2017
A través.
A través de tus ojos soñé ver la vida,
esa, que hubiera pagado en padecer,
con cuantos tesoros de hombre habido y
por haber
al mundo comprar hubiera podido,
los sueños de tu ser, esos, que son en mí
suspiro
y en ti, olvidado ayer.
No hay peor mal, que el amor no
correspondido
que al sueño encierra entre gruesos cristales
y ásperas cadenas.
Y allí, tras de tus pupilas azules, hoy oscuras,
¡negras!
A la vida, aquella tan poco agradecida
como poca es la sangre que a ambos late y a tantos siembra,
recé tanto y tan bajo, que siento la
boca como el estomagó,
lleno de miseria y toda esa pena
que en torrentes de lava con sabor a
agua,
se dejan perder como se pierden las
almas.
Ya no hay ojos en tu cara, ni recuerdo
en mi ser,
ya sólo quedan olores de lo que fue
mujer y en mis sueños, un querer.
He perdido por no saber gritar a tiempo
y por haber preferido un trabajo hecho
aunque soñado,
a dar la cara como un hombre que sin
saberlo, era afortunado.
Pues afortunado es aquel que vive y en
vida encuentra a ese otro ser,
con el que cada día se nace, y se nace
de pie.
domingo, 22 de octubre de 2017
Ahora.
Camino,
camino y no se
si sobre el destino
que merece mi ser,
mi profundo
y sincero yo,
si lo hago bien,
si es esta la línea a seguir.
Pese mi aguda vista
camino cegado,
lleno de dudas
y complejas miserias.
Mis piernas,
continúan por inercia
acortando distancias,
brincando muros,
alejando pasados.
Camino sobre
un presente diario
que por minutos,
no sé si me daña
ya entregado,
sin memoria que explique
desde cuando.
Sigo andando,
entre tinieblas
y rostros mal humorados.
Me acarician las sombras
que siguen a mi lado,
aliadas incansables
escondidas en el regazo
desarmado de mi espíritu
por hoy y ya, desmembrado.
Camino,
camino y no me resigno,
por encima de
mi ignorancia
me acompaña una
corta sabiduría,
que molida,
mis huesos absorbieron
en su huida.
Erosión que padezco,
sin alma
y tal vez, sin reflejo.
martes, 10 de octubre de 2017
A pies de la vieja muralla.
El padre de un amigo de pubertad nos contaba historias que siempre enganchaban, las narraba en primera persona,
pero tanto yo como mi colega estábamos seguros que no eran de él, sino de su
padre, vamos, del abuelo de mi amigo. En cualquier caso, nosotros flipamos escuchándolo, de todas ellas, recuerdo muy bien aquella que decía;
Vencidos, en mayo del treinta y nueve los que tuvimos suerte logramos
llegar a Francia, allí se nos trato y miro peor que a esos perros, que llenos
de miseria deambulaban de una puerta a la siguiente pidiendo clemencia y un
cacho de pan duro. Los rojos nos llamaban como si del propio
demonio se tratase, hasta el propio Daladier (presidente francés) nos pintaba
como delincuentes a los que se debía controlar de cerca, para ello, a muchos se
nos afincó en campos de recogimiento que en nada distaban a los
de concentración, y allí fue donde junto mis paisanos empecé a sentir que mejor
habría sido morir luchando en y por mi tierra. Al fin y al cabo, de qué valía
tanta sangre derramada por la libertad, tanto amigo perdido, tanta pena marcada
en vena, si ahora, en tierras que no son las nuestras, nos dejábamos atar.
Atrás quedó Sariñena, y con mi pueblo toda la infancia, la
mayoría de familia, y esa poquita de esperanza a la que
nos aferramos, por lo normal, con los ojos cerrados
y sólo si logramos soñar.
Llegue a Francia junto mi hermano Antonio y varios amigos como Manuel,
Vicente o Miguel y su hijo Elías, y en aquel desolado campo de
“refugiados” para mí de concentración, nos encontramos con otros muchos
paisanos de armas e ideas, como José Arcos y el gran Mariano. No recuerdo
cuantas fueron las noches que bajo las estrellas maldecimos el germen del
fascismo, y sentados los unos frente los otros decidimos que aquello no estaba
hecho para nosotros, nuestra paciencia estaba a punto de expirar.
Habíamos escuchado historias, pero hasta aquel día solo habían sido eso,
historias. A media mañana llegaron varios coches y un par de camiones, de ellos
bajaron varios hombres armados, apenas un par iban debidamente uniformados, los
gendarmes abrieron la doble puerta de madera y alambre que daba a los
barracones y varios de aquellos hombres entraron decididamente.
Yo, al igual que muchos de mis paisanos, no sabía francés por aquellos
entonces, pero no hubo problema, junto el oficial francés iba otro hombre al
que conocíamos sobradamente, se trataba de Cristino García, el camarada
habíamos escuchado le llamaban, no habíamos luchado juntos, pero si en el mismo
lado allá en nuestra España. Lo que decía el francés era inmediatamente
traducido por Cristino.
La resistencia francesa no era lo mejor del mundo, su armamento estaba
bastante más que limitado comparado con el de las tropas germanas, así como la
preparación militar de sus componentes, pero mil veces mejor sería morir con
dignidad y luchando, a pudrirse en aquel desierto de alambre y resignación.
Habían venido a reclutar fuerza, y fuerza tendrían, levante mi brazo, al igual
que mi hermano, mis amigos y cientos de hombres y mujeres que como nosotros,
preferían una semana de libertad a una vida de sumisión. Y así es como pasamos
a formar parte de la 21º brigada acorazada de la 3º división francesa comandada
por Cristino.
A lo largo de los años de batallar, más que amigos o camaradas éramos
hermanos, estuvimos en cientos de frentes, padecimos muchísimas bajas y
disfrutamos de muy pocas alegrías. Nuestra misión principal era ser una
constante molestia, la típica mosca cojonera, aparecíamos y desaparecíamos para
hacer a unos perder tiempo a fin lo ganaran otros, por lo normal,
para que estos últimos tuvieran tiempo de retirarse. La guerra se hacía eterna,
cuando parecía que cogíamos un poco de aire nos golpeaban tan fuerte, que para
poder recuperarse había que haber olvidado primero lo que duele enterrar al
compadre.
El catorce de agosto del cuarenta y cuatro, se ordenó a todas las
tropas de la resistencia hacer todo lo posible por entorpecer el movimiento
de tropas enemigas. Las posiciones alemanas en el sur de Francia
se tambaleaban y había movimiento de estas hacia el norte
buscando reagruparse. Nuestra posición estaba a poco más de cuarenta kilómetros
de Nimes cuando entró la orden, a los pocos días Cristino,
recuperándose de las heridas sufridas en el asalto a la prisión de Nimes,
recibió información de que las tropas de la Wehrmacht, la 11º
División Panzer compuesta por más novecientos soldados, dos cañones, cinco
blindados y sobre setenta camiones, se desplazaban de Toulouse dirección Paris.
Conocíamos la zona, llevábamos años peleándola. La columna alemana tendría
que pasar forzosamente por el cruce de Madeleine, muy cerca de Tornac. Allí la
estrecha carretera caracolea por un espeso bosque y cruzaba el puente del
ferrocarril hasta coger un estrecho algo más recto y despejado donde hay un
segundo puente, punto ideal para cazarlos.
La madrugada del veinticuatro de agosto de ese mismo año, al mando del
comandante Gabriel Pérez, un destacamento que poco menos de cuarenta personas
(cuatro franceses y el resto españoles) llegamos a la zona.
Se colocó dinamita en el puente del ferrocarril y en el de la
carretera de Tornac. Por si acaso, varios y pesados troncos de árbol más alguna
que otra roca, la cortaban en el primer recodo pasada la recta, lejos de una
primera e indiscreta vista, y también por si acaso, el día antes se había hecho
evacuar el pueblo entero de Tornac.
Mientras los especialistas colocaban la dinamita, el
resto tomábamos posiciones en la zona alta, muy cerca de las
ruinas del castillo desde donde se divisaba perfectamente todo el espacio entre
los puentes a volar. Cavamos pequeñas trincheras, muchas,
comunicadas entre sí, para agachados permitirnos una mínima movilidad sin ser
vistos. La tensión era mucha y el silencio espeso, por alguna razón aquella
eterna espera me recordó a la última noche antes de la cruenta batalla del
Ebro, y crucé los dedos para que no se repitiera el resultado final.
Sobre las tres de la tarde los vigías informaban, un grupo de motocicletas
con sidecar y ametralladoras encabezaba la columna alemana. Se nos avisa, –no
abrir fuego hasta las voladuras, permanecer en vuestro sitio hasta entonces, a
partir de lo cual fuego a discreción, usar las granadas de mano con
conocimiento de causa y mucha suerte, si tenemos que morir aquí, que no sea en
vano-
Poco después empezamos a cruzar miradas,
nunca olvidaré aquel lento sonido a motor que parecía deslizarse
entre la pausada e ignorante tranquilidad de la montaña. Me preparé tres
granadas de mano en el suelo a mi derecha y me lleve el fusil al hombro, y
así me quedé, cuerpo a tierra, los eternos minutos que llevaba
de retraso el destacamento alemán sobre ese lento e incesante ruido a
motor.
Se dio la orden y cuando a mitad del puente del ferrocarril iban los dos
últimos camiones, se volaron los puentes dejando a los alemanes que ni para
detrás ni para adelante. El fuego cruzado y el efecto
sorpresa creó el suficiente desorden para que los soldados corrieran
en desbandada buscando refugio, los motoristas y los de los sidecares no
tuvieron tiempo de nada y sobre sus monturas perdieron la vida. Algunas
granadas de mano hicieron volar camiones enteros. Pese todo ello, nosotros
éramos cuatro y ellos parecían aparecer de la nada, matabas uno y
tras él salían seis.
Se entabló un duro combate, empezaron a usar mortero y cuanta
artillería pudieron, a nosotros nos quedaba la caza al ojeo e íbamos
cambiando de posiciones de manera constante para evitar que nos localizaran con
facilidad.
Se reagruparon e hicieron fuertes como buenamente pudieron tratando de
ganar tiempo a la espera que la noche se les aliara. Pero la noche es la misma
para los unos que para los otros, ellos tratan de romper el cerco son sus
tanquetas aprovechando la oscuridad, y ocultos en ese misma noche nuestros
dinamiteros se lo impidieron dejando cuatro de las cinco inutilizadas. Ya de
madrugada, los oficiales alemanes piden un alto el fuego y se avienen a
parlamentar. Los alemanes proponen que se les deje marchar y prometen no
tomar represalias, el bando hispano/francés, la rendición
incondicional. No hay acuerdo por parte de los orgullosos soldados germanos y
continúan los ataques, hasta en tres ocasiones trataron de romper el cerco, en
la última casi lo logran.
Lo recuerdo con claridad, estaba bien entrada la tarde cuando dio comienzo,
varios disparos de cañón y mortero hacia nuestra posición y sus soldados
empezaron a avanzar cubiertos por la artillería. Tenía en el punto de mira de
mí K 46 a uno de aquellos alemanes que colina arriba pretendían acabar con
nosotros, pude ver su cara, no era más que un crío,
un crío dispuesto a matarme, iba a apretar el gatillo
cuando uno de sus dos cañones y los soldados que lo manejaban volaron
por el aire, lo vi por el rabillo del ojo. Con la tensión y el cruce de fuego
pensé que alguno de mis compañeros habría alcanzado con una granada de mano la
munición que usaban, pero no fue así. Como caídos del cielo (nunca mejor dicho)
varios aviones ingleses DH 98 “mosquitos” procedentes de un
portaaviones fondeado en el Mediterráneo tras el desembarco aliado, llegaron a
tiempo, y volando raso, escupieron fuego por sus ametralladoras y dejaron caer
algunas bombas. A su paso, muerte y gemidos de dolor de los muchos
heridos que bajo ellos quedaron tendidos por todas partes, algunos tan
mutilados, que pedían a gritos por el favor de ser sacrificados.
Junto a mi estaba Joaquín, le habían herido en un hombro, pese el dolor y
la aparatosidad de la sangre no era grave y seguía disparando a cuanto se movía
allí abajo. –Estos hijos de puta no se nos escapan- decía insistentemente, y es
que una vez que se vence al miedo la euforia nos hace invencibles.
Los alemanes retrocedieron y volvieron a reagruparse, se
les dejó atender a sus heridos, muchos de los cuales murieron al
poco e incluso sin tiempo de ser vistos por los sanitarios.
Me impresionó ver a un pobre chaval sin sus piernas
arrastrarse varios metros bajo un río de sangre con la única
ayuda de sus brazos, cuando llegaron los sanitarios a su lado ya había
fallecido. Lo tremendo de aquello, es que no podíamos permitirnos tener pena,
eran ellos o nosotros, pese a todo, muchas son las noches que al cerrar los
ojos aún veo aquel joven arrastrarse por mitad de una zigzagueante carretera.
Poco menos de las ocho de la tarde eran cuando los alemanes, por medio de
su comandante K.A. Nietzsche Martin, capitulan. Cuando dicho oficial se dio
cuenta que había rendido toda una columna a un puñado de desaliñados
y malolientes guerrilleros, se quitó la vida en medio
de aquella misma carretera donde hoy, una placa conmemora la lucha.
Ninguno de sus hombres hizo o dijo nada, todos estábamos cansados de aquella
guerra.
Terminada aquella locura y mandando en España quien mandaba, muchos fuimos
los que esperamos al final de nuestra vida en tierras vecinas, sabiendo de la
familia, con suerte, por carta.
Pero tan duro resultó eso, como la rapidez con la que los propios
franceses se olvidaron de nuestra labor para con su patria. Los verdaderos
héroes de la resistencia francesa fueron casi siempre españoles, pero solo con
la boquita más pequeña, y de muy, muy en cuando, alguien lo recuerda. Lo que
para mí personalmente es una falta de respeto, y no por mí, sino por aquellos
amigos como Santiago, David, Esteban, María José, Mercedes, Germán, Asunción, y
tantísimos otros, que luchando por lo que hoy es Francia, se dejaron la vida y
nadie recuerda en qué monte o colina siguen sin ser llorados sus
huesos.
Por ellos, por todos y cada uno, considero una falta de respeto el olvido.
¡Que menos! cuando ni un entierro digno, ni un rincón donde las familias puedan
llorarlos, que una mínima memoria hacia quienes murieron por la libertad, aún
cuando para la historia de hoy, solo fueran un momento, un disparo, un lejano
lamento o el más vulgar quejido.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)