Rodeado de notas melódicas,
vuela un jilguero entre naranjos y
almendros,
el azahar impregna su esencia
en mi caminar sobre malezas secas,
sin encontrar en ellas tu silueta.
Ahora, en la rama más vieja y elevada,
el jilguero canta y canta,
rebobinando el tiempo a mi espalda,
me diluyo sorbido por un vacío
hasta dar de nuevo con mi liviana
sonrisa,
la que no precisaba, de finos trazos
pintados.
Cara a cara,
no me reconozco tan lleno de mi mismo,
cuan dulces tiempos esos
de responsabilidad limitada,
donde el grano y la espinilla
son la peor pesadilla,
cuan dulces días aquellos,
donde insistía en decir cuanto sentía.
Que gran compañero de mi vida y su
tiempo,
el fabuloso cantar del jilguero,
sonido que admiro y mantengo
amarrado dentro,
parte del recuerdo que sostengo
sin esfuerzo, tenga o no,
los ojos abiertos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario