En cualquiera de sus contextos o
extremos
y, siempre desde el mayor respeto,
soy del convencimiento,
que la
religión es el brazo opresor del miedo,
erróneamente llamado fe.
Hilo conductor
este,
utilizado para lograr de hombre y mujer,
el margen de control preciso que
permita al espabilado,
seguir viviendo a costa de un invisible poder.
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