A pequeñas y duras
migas de harina
de su vieja mano
temblorosa,
los gorriones
temprano se alimentan
ignorantes
de aquello que
representan.
Sus peleas, su canto,
el olor a pluma.
Brotes de recuerdo
para un anciano
ciego,
que de amor
primaveras volcó,
donde ave tan pequeña
es de toda una vida,
lo que le queda
de un sentir vago,
que a poquitos
palpita muy bajo.
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