Divagando
en un
espacio cochambroso
de pregones
y tachones,
me queda muy
claro…
Solo hay dos
tipos de hombres,
el
calzonazos que lo reconoce,
y el que no
lo hace.
Insistente y
testarudo,
haciéndose más y más
dueño del
ridículo.
Con dignidad paseo alta la cabeza,
lo tengo claro desde hace mucho,
no por ello me avergüenzo,
sabido como digo,
no escapamos ni uno
a los afines caprichosos del destino.
Aquel
que nos marcan ellas desde su inicio,
pues nosotros si,
queramos o no,
fuimos pasados por sus coños hace mucho.
No mejoran insultos,
agresiones o maldiciones,
la realidad de lo que somos,
hombres de hueso y carne,
cargados de limitaciones
por muy gallito se nos pinten los
espolones.
La felicidad, la sabiduría,
la masculinidad,
nada de esto
se encuentra en esa enfermedad de
extremos
a las que llaman machismo o, feminismo,
a las que el orgullo, equivocado,
se coge con pies y manos
por seguir
dañando.
Cada vez que oigo
“Violencia de género”
como humano muero por dentro,
avergonzado al ver hacia donde estamos
yendo.
Pese presuponérsenos inteligentes,
no somos más que idiotas disfrazados de
peleles.
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