domingo, 31 de mayo de 2015

En la penumbra.





Abriéndome pasó a través de la bruma,
rompo en pequeños trozos
su disfrazada madrugada de otoño.
El silencio,
fiel compañero de lo que llevo dentro,
acaricia de mí
sus besos allá en lo lejos.
Diminuta es la sombra del petirrojo
que va y viene sin dejar de cantar
sobre su desordenada libertad.
Llueve, cruzando los brazos y entornando los ojos,
me pongo al resguardo de mi abrigo propio.
Sorbiendo la espesa neblina que desciende
rendida ante el peso trasparente
que la adormece.



Pasos que se pierden
en la confusión del no saberse.
Moda cruzada a mitad de garganta,
tras mí, comienza el nacimiento del color.
Razón del calor
con el más dulce sabor.
Tras mí,
un presente omitido por no mentir,
un no sé qué,
que nos empuja a perder.
Sin el pétalo de una margarita,
sin cohetes o aladas mariposas,
maduraron mis vísceras
entre rocambolescas penumbras
delatadas hoy, de culpa.





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