Apenas estaba entrada la tarde
cuando cerca de la esquina de abajo,
un chaval ha empezado a vociferar,
la calle se ha llenado de caras inertes, vacías y sin
afeitar,
y parados agotados y, murmullos curiosos y, voces
aburridas.
Apenas un minuto he regalado de mi tiempo
antes de volver a dentro,
cerrando tras de mí la ventana al día y a las moscas.
Al poco han cesado los desapacibles gritos,
para regresar con fuerza a la hora y media más menos.
Sin sacar la cabeza, desde el interior de mi casa,
me he asomado afuera
para ver las mismas caras en balcones y ventanas,
volvían a mirar hacia la esquina de abajo,
donde un chaval gritaba algo que desde aquí no llegaba
a oír.
Los murmullos se empezaban hacer una especie de
eco sordo,
y pese no querer saber por qué narices
aquel chaval vociferaba como lo hacía,
he terminado enterándome que gritaba al hijo puta de
su padre.
Y a fuera, en la calle, las mismas caras de nadie.
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