Siempre protagonista,
se corrompe el tiempo en su central reflejo.
Un stop suicida que entre cinco dedos y su mano,
son tan solo, ese algo que cuelga de un brazo
a la deriva sobre la sangre del océano.
Madre única, protectora,
madre infinita y soñadora.
Mujer sin rostro que vistes de barniz y oleo.
Madre, la de uno y de todos
en el bastidor callado de mi asombro.
¿Inventar, decorar, tratar de adivinar?
Resultan tan ridículos como innecesarios
ante la fuerza atrayente de su vida.
Derramo mis ojos y me pregunto… no sé si soñando.
Porque habré tardado tanto.
En la luz de su oscuridad, abrumado de detalles.
Su piadosa tristeza, sabor que de finales se llena, y el tiempo, retenido en sí mismo,
se difumina en una pincelada que habla y calla,
orgullosa de dar color a su fantasma.
Nota. En la foto, la pintora Lola Martinez Lorenzo dando forma al cuadro que lleva como nombre, el titulo de estas humildes letras.
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