Bajo la borrosa sombra que unta la
pesadilla,
sangra el sueño que tiñe tinieblas
de angustia. Aferrada y dolida, rasgando a la vida el recuerdo de soledades
fallecidas, con el amanecer de cada día muero sin envidia.
Argumentado excusas ridículas, ataco
la inocencia del cielo, asesinando con mis propias manos lo que como ignorante
desconozco y como cobarde temo. Sin lugar al razonamiento, sin fe al destino,
cansado de mis propios suspiros y
aquel camino.
Mentiroso dubitativo de mi lejano
pasado, ando en la fina cuerda de alientos arrancados, mártir de circunstancias
fugaces, me sigo arropando en lo que pudo ser y no luche, pudriéndome en el
arrepentimiento que ignorante de mi, no libere.
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