En la tumba
madre mía,
en la tumba a la
que
con razón
escupen
y en la que
nadie mira,
queda todo y
queda nada
de aquel macho
cobarde,
aquel ser
sanguinario,
que pariste sin
saberlo,
y sin saberlo,
apenas hoy,
te deja algo de
silencio.
No merece madre
la muerte del
mal hijo
ni una sola
lágrima,
ni el reflejo
tan solo
de las muchas
penas,
que como llegan
se marchan
sin dejar un
grato recuerdo
o marcar decente
huella.
No merece la
pena
aquella flor
tierna
que se abandona
en la tumba,
del que se
dijera bueno
y no llegó a
mierda.
Acumulando
sangre
en manos,
dientes y muelas,
y sembrando de
miedo
la casa y la
tierra.
No llores madre
la culpa del que
fuera
lo que hoy
desprecian,
quienes saben lo
que dicen
y saben lo que
critican.
Más el cerdo
nace y muere cerdo,
y el mal hijo,
aunque no lo pareciera,
menos por lo de
caminar
a cuatro patas
madre mía,
merece la misma
condena
y merece toda la
culpa.
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