sábado, 1 de diciembre de 2018

Asesino menguante.



  




En la tumba madre mía,
en la tumba a la que
con razón escupen
y en la que nadie mira,
queda todo y queda nada
de aquel macho cobarde,
aquel ser sanguinario,
que pariste sin saberlo,
y sin saberlo, apenas hoy,
te deja algo de silencio.

No merece madre
la muerte del mal hijo
ni una sola lágrima,
ni el reflejo tan solo
de las muchas penas,
que como llegan se marchan
sin dejar un grato recuerdo
o marcar decente huella.

No merece la pena
aquella flor tierna
que se abandona en la tumba,
del que se dijera bueno
y no llegó a mierda.
Acumulando sangre
en manos, dientes y muelas,
y sembrando de miedo
la casa y la tierra.

No llores madre
la culpa del que fuera
lo que hoy desprecian,
quienes saben lo que dicen
y saben lo que critican.
Más el cerdo nace y muere cerdo,
y el mal hijo, aunque no lo pareciera,
menos por lo de caminar
a cuatro patas madre mía,
merece la misma condena
y merece toda la culpa.





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