Aferrado
a la desnudez del viento,
ante
mis ojos,
una
espalda que se hace fuego.
Tu
cuello, blanco, tierno y largo,
despierta
mis más bajos instintos,
esos,
que dormitan en la bruma
silenciosa del pensamiento,
del
sueño, del poder crudo y deshonesto,
... fantasma ya, en el filo de mi aliento.
Grita mi carne, mi deseo,
chilla
el suspiro que nace fiero.
Mis
manos, mis labios, mi lengua.
Buscan
el placer de su presa, el gozo del alma,
el
amor que cada mañana, nace y encumbra,
a este animal de larga penumbra.
Fornican
mis letras al verso de su todo,
a
la palabra de la nada, a la prosa desarmada.
Recreado
en los gemidos
que
desordenan el espíritu de mi conciencia,
saboreo su palpitante savia.
Secreto de no ser nada en un aire
que camina a grandes zancadas
y que, con pequeñas
muecas.
Cicatrices ya de mi espalda,
recuentan
la farsa amarga que grita
a la par que calla,
cuando mis manos te toman
entre aquellas sabanas.
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