Duele, y duele mucho,
sentirse el saco que tal cual
se llena de tiempo
se vacía de ilusiones.
Cuesta horrores ver cómo hacia
la oscuridad
que nada repara, marchan
quienes
en lo más profundo amamos, e
impotentes,
solo, maldecimos o rezamos.
Es insoportable notar como
las arrugas de nuestra mano
son el espejo donde se mirara
el pasado de nuestros ancianos,
y que lo que ayer dijimos,
hoy, lo digan los contrarios.
Es muy triste que la soledad
se rodee
de lamentos que no ayudan más
que a aquellos
que sin saberlo, jamás
vivieron.
Es por ello que mi corazón, a
veces,
parezca el trozo de hielo con
el que cientos
de miserables sin alma y
respeto,
hacen suya la fiesta mientras
yo, muero,
sin que nadie gire el cuello
y para sus adentros grite.
¡Fuego!
Duele, y duele mucho,
ser tan amigo de los amigos y
tan amante del hogar donde crecimos,
y más duele, si es que ello
es posible,
ver cómo junto tuyo crecen los
sueños, las hadas y los elfos,
para poco después verles volar
sin que se pueda hacer nada más,
que permitir la libertad que
nos llena la cara de lágrimas
y la garganta, de dulces y
amargas batallas.
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