Uno tras del otro
con velas en sus manos,
pisotean la noche sus insolentes
pasos.
En el eco de la mentira me veo
reflejado,
pintando de arriba abajo cuanto
hasta ahora me he negado.
Victorioso sin haber rezado,
mi cabeza permanece a flote de
aquellos instantes rechazados.
No me pregunten como,
no me pregunten donde o cuando,
pues pienso morirme sin remediarlo,
orgulloso al reiterarlo.
Me avergüenza la insolencia
con que pretenden venderme ideales
intermitentes,
fantasmas envueltos en humo.
Me sorprendo al verme en la boca del
tonto
sin que lo pidiera la palabra con la
que me arropo.
Tras la orquesta que acompaña al
difunto,
me revisto de mí mismo gritando al
odio
que nace podrido bajo aquello que
maldigo.
Tras ellos, vivo y me recreo,
suspirando de los minutos su amargo
gusto.
¡¡Victorioso!!
Muero desde mi voluntario encierro,
harto de tiempo, de sandeces,
de las ridículas excusas que visten almas de aire simple,
de fe ignorante, de falsos
intereses.
¡¡Victorioso!!
Camino, chillo, hablo,
sin haberme corrompido en nada de
cuanto he creído.
A la memoria del Sr. Nelson Mandela.
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