Arrullado del sonido en hilo de agua
nervioso y vivo,
entre roca y zarza, se cuentan los días
perdidos sin el frágil cantar del travieso verdecillo.
Raíces de honesta protesta, prisionera
orgullosa de tierra, la que ahoga
nostalgias mirando en silencio la peonza,
equilibrio pasado en adoquines
de fresca piedra.
Arrullado de aquel sonido,
se maneja el tiempo de maravillosos recuerdos,
sabor a niño que no se perdió en las inclinadas pendientes del destino,
llenando de cuentos e historias la sobremesa.
Deambula cuan fantasma sin cadenas, la
figura inquieta del espíritu
sin careta, encerrando entre cavernas de
cera,
libera a deshoras, envueltos en la tristeza de
su pena,
suspiros de sangre y tierra.
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