lunes, 4 de marzo de 2019

Reos de la memoria y el destino.





Encarcelados en la caverna
del tiempo que nos contempla,
es zarandeada la memoria
por fugaces e impertinentes recuerdos.
De niño a mayor como un solo y único sabor,
hemos vestido de largo y de corto,
de claros y de oscuros,
hemos reído como no volveremos hacerlo,
y hemos llorado, como solo es capaz de llorar
un niño indefenso.
Somos prisioneros de nosotros mismos,
de la memoria y sus sombras,
de la nada que navega sin tener claro
de dónde y su porqué.

No quisiera mentíos desde esta,
mi  escasa lucidez,
me gustaría reconocer que antes de hoy,
tuve un ayer. Quisiera hacerlo,
pero al no comprender el motivo
que nos encierra en esa limitada cordura
… callare.

Si nuestros días hubieran crecido lejos,
en tierras tristes y amontonadas.
Si en aquellos rincones
se hubiera forjado nuestra alma.
¿Podríamos gritar al vacío,
e incluso tal vez, a su nada?
No, creo que no,
nada a de variar en el humano
que  encerrado en su pasado,
morirá prisionero de sus manos
en un inmenso infinito de distancias
y fugaces saludos.
Me miro, os miro, pienso,
y en esa inmensidad me pierdo.
Cincuenta son los barrotes de mi presidio,
recorrido en el que dejé abrazos,
risas, lágrimas y algún suspiro.
Prisioneros de nuestra memoria,
lo somos del destino.




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