domingo, 28 de enero de 2018

Arreglando papeles.





Soy demasiado gandul y caballero para follar sin un poco de mucho egoísmo, por eso es por lo que llevo años prefiriendo una mamada sin prisas, recostado y sin quitar ojo al trabajo, a cualquier polvo bien dado. Me lo paso genial con el mínimo esfuerzo, jamás quedó con ganas de más, y no me meto ninguna presión por ser lo más de lo mejor. 

Dos mamadas por semana es lo justo, aunque sueñe con cuatro y me conforme con una, nadie dijo que la vida fuera fácil, o eso es lo que se dice. Así pues, una mamada ¡ojo! sin final feliz para las ocasiones, y con suerte un par de polvos rápidos a lo largo del mes, para eso he quedado. ¡Pero que oye! Por soñar… ¿verdad?

Tengo un amigo que cuando tratamos tan delicado tema, enseguida se pone gallito cuando de todos es sabido que si mueve el rabito es porque su Juani le dice pichi, de lo contrario, ni lo mueve ni lo muestra.  Ser chulo es una cosa y echarle huevos otra bien distinta. Todos podemos ser chulos cuando multiplicamos el número y sabemos que si nos rozan la cara un ejército a nuestras espaldas les dará la del pulpo. Pero en el caso de su Juani, ni con ejército ni sin él. Hay es cosa de huevos, muchos, los que el bocas de su marido, mi amigo, ni tiene ni sueña. 

Hace… sobre seis o siete años, mis suegros se quedaron con Raulito y la mujer y yo nos fuimos de parranda, se casaban los últimos solteros de la pandilla y era si o también quemar ese cartucho. Mi Clara se cogió una buena, poto al salir del restaurante, en el ascensor de casa y en la habitación cuando se despelotaba. El olor a agrio no fue impedimento para ella, a la que jamás había visto tan fuera de sí misma. Se puso a lo perrito encima del edredón de la cama y me pidió que la follara, deje el cubo con la fregona en la galería y regrese a la habitación como en las películas, dejando la ropa tirada por el pasillo.

Al entrar en la habitación la mujer se había colocado boca arriba y se estaba haciendo una paja… ¿Lo pueden creer? A mí aún me cuesta, ¿mi Clara masturbándose? ¡En la vida! Aquello me puso tan cachondo que las venas del pene parecían pintadas con grueso rotulador indeleble. Clara estaba desatada y eso o se aprovecha, o quién sabe si no me moriría con ciertas carencias. 

De un brinco subí a la cama cayendo en esta de rodillas, lo que hizo que ella botara y se cagara en la puta, pero ná, enseguida me tiro mano, me la agarro bien agarrada y se la metió en la boca con tanta ansia que casi vuelve a echar la pota.  Era magnifico, mientras la chupaba me hacia una paja con una mano y con la otra me masajeaba las pelotas. -Algo así solo pasa en las películas- recuerdo que pensé.  Aún me empalmo al recordarlo. 

Tenía los ojos retorcidos de gusto cuando volvió a ponerse a lo perrito y me grito –por el culo  puta- de la emoción casi me cago. La traje hacia mí por las caderas, me cogí todo lo mío con la derecha mientras  le metía en el culo el pulgar de la otra mano por aquello de ir abriendo boca, ¡bueno! boca boca… se me entiende. De aquella guisa y con lo suyo algo más dilatado me coloque en cuclillas con un pie a cada lado de ella para llegar bien a lo que quería, guié lo mío con la mano y le metí la punta. Grito y pare, pero como no se aparto, tras unas eternas décimas de segundo continúe, sus gruñidos fueron de poco a más hasta ser insultos de lo más variado hasta terminar con un –animal, animal, animal- pero seguía sin quitarse, y yo, emocionadísimo como es de imaginar tras tantos años rogándole que me autorizar rebasar sin respuesta afirmativa. 

Cuando se la metí entera se cogió al cabezal y dijo algo así como que soy un puto cabrón de mierda. La verdad es que su actitud me confundía bastante, hasta que –FOLLAME COJONES- me sacó de toda duda y acelere como no recuerdo haberlo hecho más que en aquella primera vez.

Creo que es desde aquel día, que la vecina de arriba me mira mal, pero me la pela.

-No digas tonterías, que leches va a ser por eso- me decía Clara a la mañana siguiente cuando sin la cogorza encima y un escozor de culo de aúpa, se lavaba con agua fría en el bidet. 
-¿De verdad que no te acuerdas? Si gritabas como una perra loca, más, y más, y más, empuja, empuja.

Se me derrumbo el mundo a los pies, enseguida vi claro que para volver a repetir aquello, o un milagro, o hacer memoria exacta de lo que Clara había bebido la noche anterior, pero no, no hubo forma. 

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