Mi bisabuelo es la caña, uno más de esos muchos que insisten en que los
chavales de hoy en día estamos aburguesados. Sin lugar a duda, trata con ello
de ser lo más fino posible ya que por lo normal habría dicho amariconados en
lugar de aburguesados, pero como se le han mudado enfrente una pareja de gais,
se viene esforzando por mejorar y modernizar su
vocabulario.
-Hay de todo abuelo- le respondí con cierta resignación, ya que a estas
alturas cambiarlo, sé que no lo iba a cambiar.
-¡Los cojonessss! Aún estoy por ver a uno de vosotros usar papel de
periódico pá limpiarse el culo.
Para mi bisabuelo, y cuidado que no está senil, no hay mejor prueba de
hombría y madurez que saber hacer buen uso de la amplia variedad de
posibilidades y técnicas que ofrece la vida a la hora de sanearse bendita sea
la parte tras haber cagado.
–Con hojas de parra o higuera, hasta con una buena piedra y luego con
tierra para las manitas, me lo he dejado yo como una patena cientos de veces, y
aquí estoy, saniiiisimo- dice siempre que surge el tema, y que alarmantemente,
es bastante más a menudo de lo que se podría considerar
normal. –Y vosotros hoy- continúa acto seguido -como no tengáis a mano
papelito de doble hoja y tacto suave, o no cagas o preferís hacerlo encima, y
ya en casa, la ropa pá que la restriegue la mamá y vosotros a la ducha-
Sí, mi bisabuelo es la caña, la de España según mi hermana. El hombre sabe
más por viejo que por diablo y sus consejos siempre son sabios. Es muy de
recalcar a hijos, nietos y biznietos, que debemos huir y alejarnos de los
trepas lameculos, según él, la peor calaña de hipócritas. –Están los hipócritas
trepas y los hipócritas sin alma. La diferencia es que los primeros son falsos
de narices y su fin es dañar, los segundos no son más que pobres criaturas sin
personalidad que se dejan mecer de aquí para allá- suele soltar mi bisabuelo
también, cuando se le da la oportunidad, y es que el bisabuelo ha sufrido en
sus tripas a muchos de esos asquerosos trepas.
El bisabuelo era el responsable de mantenimiento de una enorme
industria metalúrgica, cuando alguna de aquellas máquinas se averiaba acudía
pronto a repararla tratando siempre que la noticia no llegara más para
arriba, ya que en aquellos días si la avería era por culpa del trabajador,
podía ser motivo de despido y en ocasiones, hasta descontando del suelo o indemnización
del trabajador el importe de la reparación. De esa madera es mi
bisabuelo, mirando siempre por ayudar al de al lado, callando, ocultando u
omitiendo. Nunca hubo de él queja ni de jefes ni de compañeros, pero nunca le
ascendieron mientras que otros infinitamente más tontos le pasaban por la
izquierda y la derecha, varios de ellos, a los que el bisabuelo antes había
cubierto. Como Santiago, compañero y vecino de barrio, el abuelo le sacó no pocas veces de
apuros gordos, hasta habló por él para colocarlo en la
fábrica, y cuando le hicieron encargado lo primero que hizo fue decir que si se enteraba
que reparaba a alguien la máquina sin pasar
informe de la avería, hablaría con dirección para que le
despidieran. Visto lo cual, como no iba el pobre a prevenirnos de esas
alimañas.
Si, el bisabuelo es la caña. En la guerra civil (cuenta él), lo cogieron y
le dieron un fusil, luego le dijeron -apunta y dispara para allí-, y como era
eso o dejarse fusilar por aquellos mismos que le alistaron porque si, el bisabuelo
apunto y disparo, solo que nunca dio a nadie. –Solo hay una manera de dormir
bien, y es haciendo lo que uno cree que es lo correcto- contaba recordando
aquella época tan sumamente surrealista, que los propios hermanos se mataban
por pensar distinto.
-¿Y qué pasó después?- recuerdo haberle preguntado.
-Pues que perdimos.
-¡Ah! ¿Eras de los que llaman rojos?
-No, yo jamás fui de nadie más que de tu bisabuela, en paz descanse.
-No entiendo ni papa- añadí.
Se sonrió tras de aquellos ojos oscuros y sin brillo antes de inhalar de su
cigarrillo. -En una guerra, solo gana el que vende armas y mantiene la tripa
llena-
Sí, mi bisabuelo es una caña, la de España, ya he dicho que así siempre le
llama mi hermana. Y así, mientras asisto hoy a su misa de difuntos, juró en silencio para
mis hondos adentros, que le recordaré con tanto o más
cariño que orgullo, pues con todos sus defectos, su tozudez y sus manías,
no tengo a guardar de él más que buenos momentos, tal vez, lo único que de él
tengo.
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