domingo, 31 de diciembre de 2017

Trocito de la novela (por editar un día de estos...espero) De azul turquesa a verde.





...Ahora con mi edad resulta que soy un viejo verde, así me llama por lo menos Isabel, la niña del Palmi ¡menuda calienta braguetas la niñita los cojones! Cada vez que paso hacerme un café y me atiende ella, con esos escotes que se calza y esa pinta puta que Dios le ha dado y ella realza. Me dice lo mismo, y eso que yo, tan cortés como siempre,  sólo le digo, y por lo bajito. Que el Palmi tiene un pronto muy chungo y una oreja en verdad fina. El polvo que le metía. Pero que vamos, yo, y medio pueblo.  Y por ello me dice, por lo bajito también y con una sonría de oreja a oreja. Que soy viejo verde. Por lo visto uno solo pasa a ser verde cuando es lo suficientemente viejo como para que los pellejos, como las orejas y los huevos, cuelguen y hasta balanceen. Pero cuando uno es como yo y toda la vida ha estado tan salido… ¿de qué color era antes? Yo me decantaría que azul turquesa, aunque claro, claro, no me queda. Si, para Isabel, e imagino que para otras muchas, tan solo soy un decrépito viejo verde, y la verdad, me la suda. Anda que no le vino bien a Isabel este viejo verde hará ya para dos años, cuando me la encontré por la calle bastante apurada, diría, que hasta agobiada. La calienta braguetas tendría entonces unos veinte años y por lo visto le faltaban cincuenta euros para el teléfono móvil que tanto quería. Todos sabemos que el Palmi es del puño cerrado, pero cerrado, cerrado. Vi la oportunidad y probé, le dije que yo le daba esos cincuenta euros, pero a cambio de follar. Ni se lo pensó, dijo que sí, pero como no me terminaba de fiar, me la lleve a casa, y ya allí, le solté la pasta. Y esa que hoy me tacha de viejo verde, me comió bien comida la polla antes de que la follara a lo misionero en la cama, y terminará corriéndome sobre su cara. ¡Cincuenta euros de mierda! hubiera pagado doscientos, pero eso no se lo dije jamás, ya que quién sabe cuándo podría precisar cambiar de móvil, y oye, a lo mejor. Tras aquello y después de ducharnos por separado, la baje de nuevo al pueblo...

viernes, 29 de diciembre de 2017

....fragmento.



...sobre mí,
sentí la calidez,
estabas aquí,
no era un sueño.
¿O si?
Siguieron mis brazos
balanceando espacios,
mi boca, sellada,
quería pedir y pedir,
de poder, tu sentir,
para lo cual,
solo deseaba
morir.





lunes, 18 de diciembre de 2017

De ayer a hoy.



Corta es la memoria 
en el recuerdo de las fosas. 

Ni dolor, ni lastima 
se acumulan en esas hondas y primeras 
que, sin culpa y sin pena, se tintan con las sombras
que arrancaran a la carne la vida 
y, en el olvido, sumergen la alegría. 

martes, 12 de diciembre de 2017

Dos que en uno convergen.





En cada comienzo un aliento,
en cada vida un complejo,
en cada pecho un suspiro,
y en cada sueño, dos minutos.

Y… en cada te quiero, cielos que padecen
pero también se eternizan, sueldan al aire sus tripas
y al corazón, el resto de la vida.

En un diciembre que hasta entonces
podía ser otro cualquiera,
dos que por siempre en uno quedan
ríen con la misma gana que las estrellas
y las almas, que las musas y de su pueblo,
palmas verdes y blancas

Por delante, lo que siempre queda,
un camino del que nada sabe y todo se espera,
del que todos hablan sin saber una mierda,
al que ellos susurran y algunos pocos, aplauden.

Un camino, como diría el que suscribe.
Pa echarle cojones y, todo el cariño 
que nos hace mujer, y hombre, y destino.




Mis mejores deseos para Pedro y Desiree, dos, que en uno convergen en este diciembre de 2017.


lunes, 4 de diciembre de 2017

Qué tiempos aquellos.




Como mueren los capitanes,
con el acero en mano
y la cabeza alta, caerán mis sangres,
mis brazos y austero. ¡Bravo!

Como ellos, héroes del tebeo,
me sentí hace mucho.
Montañas de arena hacían mi castillo,
y mi coraza, un pechito menudo.

No perdía los días, les vencía,
como a la mismísima muerte
lo hacen aquellas noches sumergidas.

Era eterno, desconocedor del miedo,
todo alma, orgullo, sentimiento,
un halcón mecido por el viento,
y también, ese torito negro, y puro, y tierno.

Sobre mi fortaleza de arena
la fuerza que ya, de mi reniega,
nacía sin morir en vena,
como lo siguen haciendo las  primaveras.

Que tiempos hermanos míos.
¡Qué tiempos aquellos!
donde sin darnos cuenta tanto nos quisimos.
…que tiempos, que tiempos todos aquellos.





A mis cuatro hermanos.