sábado, 8 de junio de 2019

Arañando


Arañado de apasionadas horas,
sufre mi cuerpo vaivenes
que se trasforman en compromiso.
Y no caigo,
sigo haciendo sombra 
en la humildad del camino que se inclina
por la pena del envenenado sacrificio.
Con dedos armados,
palabras vacías y mucha soberbia,
nos empujan contra ideas
que se enredan en gargantas sin saliva.
Madrugan como jamás hicieron mis pesadillas,
por igual bajo el sol, que la luna
o, al amparo vulgar de una sucia bombilla.
Curamos las heridas
en la grandeza de la soledad sin conflictos,
habitación de inspiradores gemidos
donde encerramos pasajes adormecidos.
Allí, es donde yo mismo crezco en eso que llaman silencio,
para muchos, un simple asesino, para pocos,
la única salvación... el único camino.