Olía a mierda de caballo,
mierda al fin y al cabo,
la que aquella calesa,
¡capricho caro, caro, caro!,
dejaba a su paso.
En todo lo alto,
tan digno el cochero,
como digna la madrina
y dignos los jóvenes novios.
Aguantan el tufo a mierda,
¡de caballo!,
pero mierda al fin y al cabo,
que a no muchos palmos
les impedía responder a
los vítores
del pueblo llano, más allá,
que alzando una de sus manos.
¡Viva los novios!
¡Viva los novios!
…y ni la novia, ni la madrina,
ni el novio tan siquiera,
sonreían
por evitar tragarse
una de aquellas moscas
que del culo del caballo a su
boca,
iban y venían sin saber,
posiblemente,
lo caro y elegante que es ir a
la vicaría
en una calesa de esas chulas, chulas.
De época y con mucho cascabel,
pero con muchas más
de
aquellas ignorantes
y sucias moscas.
Muy caro y elegante
aquello del carrito,
el cochero y su caballo,
pero el alivio
no tenía precio
en aquellas caras maqueadas
cuando por fin tocaron el suelo,
antes de responder,
-sí, quiero-.
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