Un río tranquilo en
sus orillas y cálido en su correr,
ese, que este hombre
sueña y a la señora da en sed,
cerrando sus fuertes
ojos como si su hoy jamás fuera ayer,
y nada bañara su pena
y todo él mojara su querer,
sin dejar de ser río
y ella la mar de él.
A mi hermana y musa. Sonia.
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