Dispuesto a olvidarte
cierro el alma
cuando un miedo
cobarde
corretea ya mis lágrimas.
El reflejo de tu
recuerdo
llaga mi cuerpo,
y pese convencerme,
no comprendo ni te alejó
lo suficiente.
Pasan los días sin
que alivie
mi carne su carga,
una misma cara,
idéntico sonido,
la flor del alba se
desplaza
y, la vida,
se transforma en pérdida batalla.
De cera son mis
lágrimas,
de agua mi sangre
liviana,
de tristezas, visten
las mañanas.
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