Me
duele
la
desbordada ignorancia,
el
déspota atrevimiento.
Me
dañan no pocas palabras
arrastradas
en su concreto tiempo.
Me
duele,
duele
muy dentro,
el
homicida descaro
con
que se apuñala
a
los desahuciados.
Sin
coherencia merecida
tragamos
lo que una
Europa
lejana y egoísta
dicta
caprichosa.
Mientras
que en casa
nos
venden el alma
disecada
y podrida
con
el polvo de la avaricia
y
la mentira.
Un
trabajo para vivir,
para
pagar y tratar de estar en paz.
Un
techo que permita calentar,
unos
minutos donde reír,
donde
soñar y cantar.
¡Tan
difícil es!
¡Tan
irracional!
Cuan
calentitos van aquellos
que
en sus peldaños de oro viejo,
ni
ven los ojos a la pena, ni son capaces de notar el alma
mientras
su pueblo sin trabajo ve perder el hogar
que
antes fuera del padre y la madre que ya no están,
y
por lo menos, se evitan llorar.
2º
Premio de poesía categoría 3 (adultos) en el XX concurso fiesta internacional
del trabajador.
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