viernes, 10 de noviembre de 2017

Casi siempre...




Casi siempre nos vestimos tanto por fuera como lo hacemos por dentro,
porque aun cuando no lo queramos reconocer, tenemos miedo.

Miedo, a ser distintos, a que vean a través de nuestras alas de cristal y tiempo,
todo lo que somos, lo que queremos, lo que rezamos.
Rara vez sentimos el aire en la cara por culpa de la mascara
con la que nos mostramos al mundo, sin que a este, le importe eso mucho.

Somos todo lo que ocultamos y casi nada de lo que ensañamos,
porque pensamos que así la vida nos será más fácil.

Con la familia y en torno a los cuatro amigos, gritamos,
porque es allí, y solo allí, donde por fin nos despojamos de ese disfraz
oscuro que nos colocamos,
y todo, porque creemos que pensamos.

Y por eso, por no nos molestarnos en ser quienes somos,
morimos encerrados donde nadie cabe, donde nada queda, donde la vida así mismo,

 despacito, despacito… se entierra. 

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