Tierras conquistadas
bajo mis piernas prisioneras,
sorben sangre
de la voz y la barbarie.
Capitanes, sargentos,
soldados, pintores y poetas.
Perdieron almas,
lágrimas y madres
por hacer libre
el cuerpo y su recuerdo.
Ecos, de lo que ya no somos
vendidos ante lo cómodo.
Mis ganas, eternas y extremas,
podridas
por la inyectada desidia,
no piden hoy venganza. Se conforman con
menos de una vida,
con apenas un pestañeo, con el simple
hecho,
de no ser un necio.
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