Cuando yo era un crío el repertorio de los llamados insultos no tenía que ver con el que tan a diario usamos de manera habitual. Por ejemplo. Tonto, era más un, "tate quietecito ya". Gilipollas, joputa, cabrón (a secas, de mierda), cago tos tus muertos, más idiota y no naces, y así, tantísimos otros. No estaban en nuestro vocabulario porque de una leche te lo quitaban a la primera de cambio. ¡Ahora! carahuevo...uffff eso si, eso si dolia, era lo peor de lo peor.
Ayer vi a un padre con su hijo, ambos, con una cara de huevo impresionante. Nunca vi parecido tan tan auténtico. Entonces repare en aquellos insultos de crío y me he dicho, ¿porqué nos sentaba tan mal lo de carahuevo?, y claro, es que entonces, inocentes críos, desconociamos el mundo del adulto. Su enorme y concurrido repertorio de cabrones, gilipollas e idiotas. El motivo por el que existen joputas, hijoputas e hijos de puta, perra, ramera, etc.
Es curioso, aquel carahuevo que tan mal me sentaba y que sin darme cuenta quedó en el olvido, hoy me resulta bastante gracioso. Tanto, que voy a empezar a plantearme ponerlo de moda.
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