A toda hora.
No le conozco demonio,
ni ira, ni estupidez gratuita.
No le conozco sombra podrida
o mano que oculte piedra.
No le conozco manía ridícula,
ni me consta que pierda
el sueño en tonterías.
Siempre con una sonrisa,
humilde y de frente,
pues no son los mejores guerreros
los fuertes, si no los valientes.
En un mundo triste y ridículo,
lleno de hipocresía.
Como la suya, hay gratas
y contadas compañías,
donde un té y una tarde
aún son capaces de ensoñarme.
Sorpresas que llegan maduras
y jamás se hacen bastante.
Es mi maestro de ceremonias
voz entre las ondas,
hombre a toda hora
y escritor, solo, de sus cosas.
A José Martínez Alberola. Como ya he
dicho, una auténtica sorpresa de persona.
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