Y mis labios de acuarela
a la tierra me destierran.
Viento, alas de mi recuerdo
en tus besos primeros.
No grites a la noche,
que jamás se lamente el
alma.
Son mis carnívoros dientes
los que aún hoy te desgarran.
Tu nombre susurran a mi
espalda
fundiendo el horizonte
donde el sueño se baña.
Noto empujar ese alma
que me mira de cara.
¡Escucha! Escucha la locura
de mis palabras,
en tus ojos dibujan agua,
torrentes que estremecen
las entrañas
del infierno que me gana y
gana.
Mi tiempo envejece,
mis pasos se acortan.
Levanto la cabeza buscando
respuesta.
Ante mí, el recuerdo de tu
mirada se borra.
En el silencio de mi
pasado,
junto un oscuro,
añejo y malhumorado camino,
mi cuerpo se llena de vacíos
que piden auxilio.
Soy un presente sin
destino,
una sombra en el olvido,
el pequeño recuerdo que
soporta la amapola.
Un algo, que se deja morir
a solas.
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