Tiembla
la sobriedad
de
mis dedos
sobre
la noche que me abriga.
Amparado
por su cuarta luna,
solo,
una pequeña vela
me
ilumina,
compañera
infatigable
en
las horas de mi rutina.
Se
retuercen y crujen
sonidos
que dicen no ser nadie.
Presto
y atento
busco
por dentro,
sentado,
arrinconado,
pasa
el tiempo,
y
sus ratos,
en
un triste bolígrafo.
Visten
la calle antes vacía,
de
siluetas amargadas,
siluetas
sin sombra y sin sonrisa
que
recorren esquina
por
esquina en busca de algo
que
solo, se suspira.
Las
ventanas,
difuntas,
esconden
su mirada.
Y
tras las puertas,
ahora
cerradas,
reposan
los secretos
que
lloraran historias pasadas.
¡Suma
y sigue bella noche!
Soñando
con soñadores,
y
soledades, y esos vientos ancianos
que
aún bañan de emoción los silencios
sin
aliento y sin manos.
Desnudando
de abrazos
lo
que poco a poco
olvidan
los hombres
y
pinta la eternidad de tus labios.
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