En casa lo que más se gasta es leche (yo apenas la cato),
latas de atún, pasta de dientes y papel higiénico… aún no se qué, pero seguro
que esto, quiere decir algo.
martes, 28 de noviembre de 2017
miércoles, 22 de noviembre de 2017
Que extraño es el amor.
Que extraño es eso del amor, cuando crees que lo tienes,
como el aire indomable se te escapa de la mano
dejando descalza de gana toda aquella ilusión
con la que cada mañana, uno levantaba.
Que sensación tan extraña esa que te hace morir
porque alguien se marcha,
esa, donde el mundo se derrumba, aquella donde por fin
notas el hueco que por dentro llora
ahogando de silencios el poco peso del alma.
El amor es tan vital como amargo, tan de ayer como de mañana,
algo tan deseado como extraño y tan fuerte como la montaña.
Por mucho que se piense nunca se desarma,
mas que con ese dolor que no dice nada
y las palabras que fueran de pasados, esperanza.
Yo, me lo pido y con ansia lo guardo
bajo un pecho y sobre las mil lágrimas,
donde todos fueron y todos serán
de mi vida, costumbre, luz, y nostalgia.
Que extraño es el amor y que ruin lo es la muerte,
ladrona que nunca perdona y que al hombre,
como a la mujer, de oscuridades asola.
Dejando huérfanas las manos, los besos,
las alegrías y ese amanecer
con el que cada día se sueña y cada noche atormenta,
sin que tras de nosotros se escuche abrir aquella puerta
por la que entraba el amor que con nombre y apellido,
nos bañaba de olores, risas y suspiros.
Que extraño es el amor que nadie ha visto y tantos sentimos,
en ese yugo que adormece los sentidos cuando nos deja a solas
con unas pocas fotos y demasiados minutos.
lunes, 20 de noviembre de 2017
Esa, no fue mi guerra.
El
teniente de ingenieros Mackenzie estaba a no más de quince o veinte metros de
mí cuando un proyectil le entró por un lado de la cabeza y le
salió por el cuello, cayó al suelo como una piedra. Aún
corríamos en busca de resguardo cuando pude verle convulsionando boca abajo
sobre aquella helada y hostil tierra. Las posiciones alemanas, mucho más
elevadas que las nuestras, y aquellos campos llenos de minas, nos hacían el
blanco perfecto. Se solicitó fuego de artillería, nadie vio
al francotirador, pero estaba y seguía entre aquellas rocas altas.
Un
cuarto de hora más tarde, con la montaña supuestamente barrida por las bombas
aliadas, volvimos a buscar minas con el fin de abrir un camino a las tropas.
Finalmente, poco antes de que cayera la noche y tras dos nuevos bombardeos
intensivos sobre territorio enemigo, despejamos una senda que se marco en
blanco para que fuera cruzada por los algunos soldados de manera segura, poco a
poco se iría limpiando de minas más terreno para el paso de los carros.
El
comandante Low, uno de los pocos y valiosos oficiales que nos quedaban vivos,
cogió una veintena de hombres, cargados hasta arriba con los botes neumáticos y
con él a la cabeza, se dispusieron a cruzar el campo de minas. La intención era
llegar hasta el río y pese su crecida por el deshielo, cruzarlo y
afianzar la posición al otro lado. Pero, pese a la luna llena la senda
marcada de antemano no era tan visible en la oscuridad y el comandante, que se
salió de la línea, piso una mina. Su pierna derecha quedó tan
destrozada que hubo de amputarla mucho más arriba de lo que
venía siendo lo habitual con aquellos artefactos creados precisamente para
mal herir y no matar, ya que los muertos no retrasan tanto la marcha como los
heridos.
Tras la
explosión, seis bengalas verdes iluminaron el cielo y tras ellas
fuego de ametralladoras y morteros. Cuatro hombres con su comandante
arrastras lograron regresar sobre sus pasos, otros cinco lograron llegar
al río, el resto perecieron en mitad de aquel terreno plagado de
minas. La artillería amiga volvió a barrer aquellas infernales montañas y poco
después se volvió hacer el silencio, ese, que en ocasiones daba más miedo que el
infernal ruido de las explosiones.
A la
mañana siguiente, tras un nuevo e incesante bombardeo sobre
las posiciones alemanas, se logró llegar a
la orilla de aquel sucio y frío río, no muy lejos los unos
de los otros encontramos los cinco cadáveres de nuestros
compañeros. Un tiro, un soldado, habían sido borrados de la faz de la
tierra por los francotiradores que ocultos en la noche salían para darnos caza.
El cabo Robert, de treinta años y vecino de Liverpool, murió desangrado a
unos metros de donde le habían dado, la marca de su cuerpo arrastrándose y, sus
congelados dedos sin uñas y completamente ensangrentados, eran la prueba de lo mal
que tuvo que pasarlo aquel buen hombre.
El
ridículo de los franceses defendiendo su tierra en esta guerra de mierda, hacía que los
pocos que todavía luchaban lo hicieran con la gana de resarcirse y
recobrar cierto honor,. Aunque el resto de aliados eran reticentes, siempre se ha
dado bien al humano generalizar. Recuerdo a mi capitán decir en infinidad de
ocasiones que los franceses solo valían para hacer trincheras. La insistencia
de su general, Sr. Juin, en que fuera sus tropas las encargadas, una vez
cruzado el río, de tomar la montaña, terminó por ser escuchada y
este ordenó un ataque frontal que otros vieron como un suicidio. Aunque
al fin y a la postre, sería el suicidio de esos que ni su tierra habían sabido proteger
cuando todos les consideraban una potencia militar. Vamos, que si caían pero por
lo menos se llevaban a algunos por delante, algo sería algo, y eso, siempre es más
que nada.
El
general Juin había conseguido reclutar unos miles de hombres entre fugados de
la propia Francia y tropas de sus colonias y protectorados en el norte de
áfrica. De esta manera, tunecinos, marroquíes y argelinos llegaron a sorprender
al resto de aliados bajo la bandera francesa. Estos soldados llegaron a
adentrarse siete kilómetros en territorio ocupado dejado tras de sí muchos
soldados pasados por bayoneta, es decir, que tomaron posiciones luchandolas cuerpo
a cuerpo, a la vieja usanza. Pero aquellos mal nacidos por igual
dejaban alemanes muertos que mujeres violadas mientras al resto de su
familia les encañonaron para evitar que se movieran. –Todo tiene su
precio- escuche decir a algunos de nuestros hombres. Yo no lo creo y muy
al contrario, me avergüenzo, yo no estaba en aquella guerra para violar a
mujeres indefensas e inocentes a las que se supone íbamos a liberar del yugo
fascista. De lo mucho y horroroso que recuerdo de la
guerra y en concreto de la toma de Monte Cassino, me atormenta la cara de aquel
padre, un simple agricultor que no hizo jamás daño a nadie, cuando impotente
vio morir entre sus brazos a su niña de doce años por culpa de la hemorragia
que le provocó la violación masiva de aquellos salvajes. Allí,
ante la cara desencajada de aquel hombre, me di cuenta que me
equivoque de guerra.
1º premio concurso de relatos "Con un arma en la mano" 2015.
miércoles, 15 de noviembre de 2017
Palabras vacías.
Palabras planas son todas aquellas que
se amontonan en el alma
como lo hace la mismísima pena en cualquier campo
santo,
son esas que sin uña se agarran para
decir siempre lo mismo,
las que no gritan por evitar molestar en
los oídos,
las que nunca flotan y pese llamarse
buenas, jamás perdonan.
Y yo, yo no quiero llenar mis huecos de
ellas,
yo lo que quiero es que al levantar los brazos
el aire los mueva
con la misma liberad que han de moverse
aquellas otras palabras,
que a medias o eternamente completas,
salen sin ser medidas y, sin ser
medidas,
caminan en busca de la realidad, de su
esencia.
Las palabras planas son las que dicen, y
dicen,
pero aburren hasta las piedras, que
duras como el abismo de su miseria
se dejan perder como se pierde la
tierra, entre aquellos ecos
que sin quererlo perecieran en bocas y
manos mudas de ellas.
Hoy, al salir a la calle el frío me
acarició la nuca,
me he subido la solapa de la chaqueta, y ese
frío,
como si jamás existiera, ha desaparecido
como con la muerte
lo hace aquella dura pena, al sentir bajo sus alas
palabras que quisieran y nunca lo fueran.
palabras que quisieran y nunca lo fueran.
viernes, 10 de noviembre de 2017
Casi siempre...
Casi siempre nos vestimos tanto
por fuera como lo hacemos por dentro,
porque aun cuando no lo
queramos reconocer, tenemos miedo.
Miedo, a ser distintos, a que
vean a través de nuestras alas de cristal y tiempo,
todo lo que somos, lo que
queremos, lo que rezamos.
Rara vez sentimos el aire en
la cara por culpa de la mascara
con la que nos mostramos al
mundo, sin que a este, le importe eso mucho.
Somos todo lo que ocultamos y
casi nada de lo que ensañamos,
porque pensamos que así la
vida nos será más fácil.
Con la familia y en torno a
los cuatro amigos, gritamos,
porque es allí, y solo allí,
donde por fin nos despojamos de ese disfraz
oscuro que nos colocamos,
y todo, porque creemos que
pensamos.
Y por eso, por no nos
molestarnos en ser quienes somos,
morimos encerrados donde
nadie cabe, donde nada queda, donde la vida así mismo,
despacito, despacito… se entierra.
miércoles, 8 de noviembre de 2017
la picha y sus cosillas.
“El que tiene la picha más larga es el que más
folla” esta frase del tipo símil del genero bravuconada empresarial, la he
escuchado decir en demasiadas ocasiones a esa gente prepotente y cortita, por
lo normal, empresarios del tipo chichinabo, a veces incluso, ni a estos, sino a
sus encargaditos. Demostrando hasta qué punto el tonto se supera con el tiempo.
Lo penoso de esto, ya no es lo ridículo de la frase en sí misma, si no, el total
desconocimiento del que lo dice a boca llena, sobre que, hasta los que la tienen
pequeña, follar, follan. ¿Menos? es posible, pero follan. En fin, el increíble
mundo de la picha, ese colgajo que pese carecer de sesos, anda tan
peligrosamente cerca de los huevos, que a lo mejor por eso… a lo mejor por
eso. ¡Ay, ayyy ay! si les contara lo que yo con esta modestia que me
cuelga he sido capaz de follar... las manos a la cabeza se echarían todos
aquellos que tan larga la tienen, fijo, pero que vamos, fijo, fijo.
lunes, 6 de noviembre de 2017
Hilando decepciones.
Me
duele
la
desbordada ignorancia,
el
déspota atrevimiento.
Me
dañan no pocas palabras
arrastradas
en su concreto tiempo.
Me
duele,
duele
muy dentro,
el
homicida descaro
con
que se apuñala
a
los desahuciados.
Sin
coherencia merecida
tragamos
lo que una
Europa
lejana y egoísta
dicta
caprichosa.
Mientras
que en casa
nos
venden el alma
disecada
y podrida
con
el polvo de la avaricia
y
la mentira.
Un
trabajo para vivir,
para
pagar y tratar de estar en paz.
Un
techo que permita calentar,
unos
minutos donde reír,
donde
soñar y cantar.
¡Tan
difícil es!
¡Tan
irracional!
Cuan
calentitos van aquellos
que
en sus peldaños de oro viejo,
ni
ven los ojos a la pena, ni son capaces de notar el alma
mientras
su pueblo sin trabajo ve perder el hogar
que
antes fuera del padre y la madre que ya no están,
y
por lo menos, se evitan llorar.
2º
Premio de poesía categoría 3 (adultos) en el XX concurso fiesta internacional
del trabajador.
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