Soy de un pueblo, podía ser de
otro, pero no,
soy de este, de este que cada
dia me alumbra
y en el que recorro sus soles y sombras,
siendo el uno del otro, todo.
Ni mucho, ni poco, todo.
Aún huelen sus rincones a
verano
cuando el invierno le hiere,
con esos golpes mancos
y aquellos aires sordos e impertinentes.
Podía ser de otro pueblo, pero
soy de ese,
donde las palmeras susurran a
sus gentes,
y a todo aquel sol, y a toda
aquella luna,
y a esa dama, ¡ay esa dama!
que sin estarlo las mendiga.
Apenas amanece en esta tierra mediterránea,
cuando los críos se desperezan
y las mujeres abren la ventana,
para que les entre la alegría y
les entre la esperanza.
A la par de aquel sol que desde
tan alto se brinda,
se presenta, e infinitamente caballeroso, se inclina.
De su Arrabal a su centro,
y de este a Carrús, Altabix o
el mismísimo infierno.
Soy de este pueblo, este, de verdes
y azules eternos,
repleto de gentes y muerto de
momentos,
que a su patrona estremecen,
con ese cantado talento,
que nace en Santa María y se
bate contra el tiempo.
Podía ser de cualquier otro,
pero de los muchos bonitos,
de los muchos vivos, de los
muchos que soñar puedo y quiero.
Soy de Elche, y no creo poder
sentirme tan contento,
siendo de aquellos otros que
sin ser feos,
sintiéndolo mucho, no son mi
pueblo.
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