Limpia el agua la culpa
que recatada se esconde en el alma,
la pereza que camufla.
Calma la sed y la ira,
asediada fallece de esculpidos embustes
que enriquecen al hombre que no la bebe.
Se evapora la vida,
en la rutina muda y humilde
de una solitaria lágrima,
el suspiro se roba frío y a cuchillo,
como el aullido de la libertad
inocente del lobo furtivo.
Muros y rejas,
encierran erosionadas y en barbecho,
palabras desventuradas,
aguada la tinta,
incapaz de describirlas.
Paso la llave, cierro pestillos y,
rindió los oídos ante su grito.
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