miércoles, 13 de marzo de 2019

Perdido.




Cada noche, un alma
toca a mi ventana,
y cada noche,
le abro para que entre y,
arrullada por los sueños
que hacen del día
mañana y hacen de mi,
la sobra que se desahucia.
Descanse como el abuelo
que duerme los inviernos
junto la lumbre
y bajo cien mantas.

Y allí,
el uno junto a la otra,
como las caricias olvidadas
cuanto todos queremos
pero solo dos son los que se miran.
Vuelo como esa mariposa
blanca con manchas oscuras,
que parece no saber dónde va,
pero siempre llega
como el fin del vendaval,
donde comen los mares,
las nubes y la vida.

En sus ojos de cristal,
vuelvo a perderme y vuelvo amar,
mientras pintan sus brazos
los rayos de metal,
que en su mano cuan finos
deditos de felicidad y paz,
llena mi pecho de lo que es real,
aunque apenas si,
se logra tocar,
cuando la pena ya es pesadilla
y negra, es ya la mar.


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