domingo, 24 de marzo de 2019

Al hijoputa bien enterrado.






Blanca y corruptible osamenta
que bajo tierra trató de grabar pena
y sobre ella, dejó miseria.

No lloré en tu entierro
porque no me salió de los huevos,
ni de la boca, ni tan solo, de los pellejos.
Hoy que eres hueso
y hasta recordarte precisa de esfuerzo,
me alegro de haberte enterrado
en ese agujero más estrecho que largo
donde el fango es tu fiel compañero.

Ayer, pasé de lejos.
Ni flores ni recuerdo lucían
junto tu nicho.
Fuiste tan hijoputa,
y tan ruin, tacaño y miserable,
que ni los hijos de los hijos
quieren ser partícipes de aquello
que colgado cuan sombrero,
se arrastra por los siglos de los siglos.

Una mueca de estúpida alegría
recorrió mi rostro. Ayer, a lo lejos,
al recordar cómo te morías sin hacerme sentir agonía,
y pensé, si tal vez no seré un enfermo,
o un puto sádico.
Luego recordé lo que tus manos
escondían, y aquella estúpida mueca
rompió en risa.

No te desee la muerte en vida,
pero no molesta saberte muerto,
ya que hay vidas que valen
y no llegan, y otras,
como aquella tuya,
que muy bien pudo secarse
en los cojones de tu padre
sin que a nadie faltases.

Blanca y corruptible osamenta
donde la mísera toma nombre
y la vida añade apellidos,
…que descanse en paz se dice.
¡Otros!, otros lo dicen.






A todos aquellos que en vida, se reconocieran o no en estas líneas, seguro, que hoy, al leerlas, alguien les recuerda.




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