Blanca y
corruptible osamenta
que bajo
tierra trató de grabar pena
y sobre
ella, dejó miseria.
No lloré
en tu entierro
porque
no me salió de los huevos,
ni de la
boca, ni tan solo, de los pellejos.
Hoy que
eres hueso
y hasta
recordarte precisa de esfuerzo,
me
alegro de haberte enterrado
en ese
agujero más estrecho que largo
donde el
fango es tu fiel compañero.
Ayer,
pasé de lejos.
Ni
flores ni recuerdo lucían
junto tu
nicho.
Fuiste
tan hijoputa,
y tan
ruin, tacaño y miserable,
que ni
los hijos de los hijos
quieren
ser partícipes de aquello
que
colgado cuan sombrero,
se
arrastra por los siglos de los siglos.
Una
mueca de estúpida alegría
recorrió
mi rostro. Ayer, a lo lejos,
al
recordar cómo te morías sin hacerme sentir agonía,
y pensé,
si tal vez no seré un enfermo,
o un puto
sádico.
Luego
recordé lo que tus manos
escondían,
y aquella estúpida mueca
rompió
en risa.
No te
desee la muerte en vida,
pero no
molesta saberte muerto,
ya que
hay vidas que valen
y no
llegan, y otras,
como
aquella tuya,
que muy
bien pudo secarse
en los
cojones de tu padre
sin que
a nadie faltases.
Blanca y
corruptible osamenta
donde la
mísera toma nombre
y la
vida añade apellidos,
…que
descanse en paz se dice.
¡Otros!,
otros lo dicen.
A todos
aquellos que en vida, se reconocieran o no en estas líneas, seguro, que hoy, al
leerlas, alguien les recuerda.
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