Olvidamos que al otro lado del dedo que
señala,
hay una boca con dos patas y los mismos defectos.
Nadie es más que
nadie en el mundo de los vivos
y la paz del muerto.
Tengas como tengas el bolsillo y el cerebro,
tengas como tengas el hambre y la pena.
Nadie es más que nadie en el infinito
que llega con el aire
y marcha con la tormenta.
Nos pegamos por el fútbol y matamos por fe y
banderas.
Mientras el del dedo ríe desde arriba
comiendo manjares a dos manos
y
escupiendo a las víctimas.
Hace mucho que aprendí a escuchar antes de
huir,
a querer sin pedir, a vivir sin ofender.
Por ello que no señaló... ¡no me
creo el puto amo!
Para Dios los esclavos, la fe y la sumisión.
Para
los del dedo, el miedo sin voz y sin razón.
No creo en vivos que se dicen mejor,
ni
en muertos que bajo tierra, piden perdón.
Se me hinchan, ¿y cómo?, las pelotas.
Cuando
pongo las noticias y, siempre la misma mierda,
la misma boca, la misma
estupidez, la misma parodia.
Un cuento
tras un dedo que como el cencerro al borrego, nos cuelga al cuello.
Creo en la gente, creo en el pueblo,
creo en el buenos días de mi vecina.
No en el hombre del saco, no en brujas o diablos,
no, en hacer las cosas porque al del dedo, le sale de los bajos.
Con más cerebro que cojones,
y más tolerancia que desprecio,
repudio ese dedo y pienso, y pienso, y pienso como hacer.
Para que la pesadilla derive en sueño y el hoy en ayer.
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