Son las distancias que se agrían
al olvidar la ternura de la sonrisa
y lo que puede doler la nada,
bañera de los ayeres donde pierde
la esperanza y rinde su ahora la felicidad
de la sinrazón que, cañería abajo, nos dice adiós.
Predican los políticos a viva voz
lo mismo que los sinvergüenzas
y los estúpidos. Lo mismo
que los idiotas y los que queremos creer.
Lo mismo, que los que murieron
emperrados en que su pueblo padeciera
sus sueños y su miedo.
Las distancias se agrian a la misma
velocidad que la sociedad se idiotiza.
No me siento capaz de pasarme por el culo
todo lo que por el culo me pasaba.
Son demasiadas voces, me lo escaldarían,
y no hay nada peor y más incomodo
que andar o sentarse con el culo en carne viva.
Mirando en todas direcciones
creo palpar toda distancia,
y por fin, logro llorar pese a no derramar una sola lágrima.
Escupo rabia porque es tan poco
lo que me queda, que camino descalzo
y sin poder cortarme las uñas
mientras los pobres que se ponen
así mismo nombre,
devoraban manjares y, bajo sus camas,
siguen los orinales de porcelana.
Escupo rabia y creo que incluso odio, porque me siento muy,
muy tonto, al no encontrar verdad en los ojos.
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