Soy demasiado
gandul y caballero para follar sin un poco de mucho egoísmo, por eso es por lo
que llevo años prefiriendo una mamada sin prisas, recostado y sin quitar ojo al
trabajo, a cualquier polvo bien dado. Me lo paso genial con el mínimo esfuerzo,
jamás quedó con ganas de más, y no me meto ninguna presión por ser lo
más de lo mejor.
Dos mamadas por
semana es lo justo, aunque sueñe con cuatro y me conforme con una, nadie dijo
que la vida fuera fácil, o eso es lo que se dice. Así pues, una mamada ¡ojo!
sin final feliz para las ocasiones, y con suerte un par de polvos rápidos a lo
largo del mes, para eso he quedado. ¡Pero que oye! Por soñar… ¿verdad?
Tengo un amigo
que cuando tratamos tan delicado tema, enseguida se pone gallito cuando de
todos es sabido que si mueve el rabito es porque su Juani le dice pichi,
de lo contrario, ni lo mueve ni lo muestra. Ser chulo es una cosa y
echarle huevos otra bien distinta. Todos podemos ser chulos cuando
multiplicamos el número y sabemos que si nos rozan la cara un ejército a
nuestras espaldas les dará la del pulpo. Pero en el caso de su Juani, ni con
ejército ni sin él. Hay es cosa de huevos, muchos, los que el bocas de su
marido, mi amigo, ni tiene ni sueña.
Hace… sobre seis
o siete años, mis suegros se quedaron con Raulito y la mujer y yo nos fuimos de
parranda, se casaban los últimos solteros de la pandilla y era si o también
quemar ese cartucho. Mi Clara se cogió una buena, poto al salir del
restaurante, en el ascensor de casa y en la habitación cuando se despelotaba.
El olor a agrio no fue impedimento para ella, a la que jamás había visto tan
fuera de sí misma. Se puso a lo perrito encima del edredón de la cama y me
pidió que la follara, deje el cubo con la fregona en la galería y regrese a la
habitación como en las películas, dejando la ropa tirada por el pasillo.
Al entrar en la
habitación la mujer se había colocado boca arriba y se estaba haciendo una
paja… ¿Lo pueden creer? A mí aún me cuesta, ¿mi Clara masturbándose? ¡En la
vida! Aquello me puso tan cachondo que las venas del pene parecían pintadas con
grueso rotulador indeleble. Clara estaba desatada y eso o se aprovecha, o quién
sabe si no me moriría con ciertas carencias.
De un brinco
subí a la cama cayendo en esta de rodillas, lo que hizo que ella botara y se
cagara en la puta, pero ná, enseguida me tiro mano, me la
agarro bien agarrada y se la metió en la boca con tanta ansia que casi vuelve a
echar la pota. Era magnifico, mientras la chupaba me hacia una paja
con una mano y con la otra me masajeaba las pelotas. -Algo así solo pasa en las
películas- recuerdo que pensé. Aún me empalmo al recordarlo.
Tenía los ojos
retorcidos de gusto cuando volvió a ponerse a lo perrito y me grito –por el
culo jó puta- de la emoción casi me cago. La traje hacia mí
por las caderas, me cogí todo lo mío con la derecha mientras le
metía en el culo el pulgar de la otra mano por aquello de ir abriendo boca,
¡bueno! boca boca… se me entiende. De aquella guisa y con lo suyo algo más
dilatado me coloque en cuclillas con un pie a cada lado de ella para llegar
bien a lo que quería, guié lo mío con la mano y le metí la punta. Grito y pare,
pero como no se aparto, tras unas eternas décimas de segundo continúe, sus
gruñidos fueron de poco a más hasta ser insultos de lo más variado hasta
terminar con un –animal, animal, animal- pero seguía sin quitarse, y yo,
emocionadísimo como es de imaginar tras tantos años rogándole que me autorizar
rebasar sin respuesta afirmativa.
Cuando se la
metí entera se cogió al cabezal y dijo algo así como que soy un puto cabrón de
mierda. La verdad es que su actitud me confundía bastante, hasta que –FOLLAME
COJONES- me sacó de toda duda y acelere como no recuerdo haberlo
hecho más que en aquella primera vez.
Creo que es
desde aquel día, que la vecina de arriba me mira mal, pero me la pela.
-No digas
tonterías, que leches va a ser por eso- me decía Clara a la mañana siguiente
cuando sin la cogorza encima y un escozor de culo de aúpa, se lavaba con agua
fría en el bidet.
-¿De verdad que
no te acuerdas? Si gritabas como una perra loca, más, y más, y más, empuja,
empuja.
Se me derrumbo
el mundo a los pies, enseguida vi claro que para volver a repetir aquello, o un
milagro, o hacer memoria exacta de lo que Clara había bebido la noche anterior,
pero no, no hubo forma.
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