Tristeza
por días más y más fiera,
se fija en mi descalzo caminar,
ignorante y completamente abatido,
no comprendo pese razonarlo,
una, y otra, y otra vez más,
porque permanecemos callados.
Se levantan voces lejanas,
de polvo y arena,
pueblos y países de libertades muertas,
justificados en religiones
impregnadas de horrores,
pidiendo para si
el respeto negado al universo,
en la siembra de sus pastos abiertos.
Miramos a otro lado,
chistamos y regañamos
a quines estando pegados,
osan criticarlos,
dejando encarcelada la libertad
de la palabra,
aun cuando se tiña de sangre inocente
su absurda represalia.
Me oprime la impotencia
de un buenísimo ridículo,
el que permite asesinarnos
cuerpo y mente,
si no damos el rodeo,
ante un Dios
que por capricho de sus cojones
se nos impone.
Cuan simple el humano,
que aun precisa justificarse
como motor de decisión,
personalidad y valor,
en ruines interés
para seguir odiando,
insultando, matando,
exigiendo gracias a la retorcida imposición
del miedo.
Que triste y amargo,
este gusto extraño
al que llaman ignorantemente racismo,
cuando tan solo
es una opinión que no se esconde hipócritamente,
contra el absurdo
que encierra una libertad ganada,
en el recorrido de una historia
que nunca facilito nada.
Que triste,
que se pongan fronteras a la opinión,
infantiles rabietas de radicales
descerebrados,
criaturas limitadas de influencias
impuestas a fuerza de minarles la
conciencia.
Que triste,
permanecer con la lengua atada
y los ojos cerrados,
mientras se destroza la coherencia
a
nuestro lado.
*Mientras la fe se pague con sangre, la tierra
no será libre de tiranía*
Bueno, bueno.
ResponderEliminarBracvo, Sr. Buitrago!!
Un abrazo.
Un pequeño grito amigo Gabriel
ResponderEliminarun abrazo muy fuerte poeta.