Otra vez, y ya perdí la cuenta.
Mis manos sangran al expresarme desde el
odio que se me inyecta, rabia, asco y pena.
De nuevo, se permite agredir contra la
vida,
el estúpido talibán de turno, por sus
santísimos cojones absurdos.
Con vara de avellano y firme brazo, les
sacaría a palos el conocimiento que como humanos han de tener por algún lado,
ojos, pieles.
Esbozos del despojo más vergonzoso.
Gentucilla de podrido argumento,
asesinos al capricho de un dedo tieso,
imponiéndose como ejemplo desde su
propio complejo,
alejando la cultura y el razonamiento que
pide un pueblo mientras tiembla bajo la opresión egoístas de sus pasos,
sacrificando hijas vecinas, niñas de
polvo y yedra, mujeres en la lucha que no se resigna, ante el encierro de sus
tristes vidas,
ajenas y frías.
- Dedicado a Malala Yousufzai, niña de
14 años pakistaní, cuyo pecado fue pedir educación para la mujer.
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