Casi se me cae la vagina
al suelo cuando Maribel me ha dicho que ha comprado la casa tan barata porque
según dicen los propios vendedores y la mayoría de vecinos de la zona, está encantada. Por lo visto, a veces aparece el fantasma de un crío pequeño que grita
mucho, y no gritos del tipo miedo o dolor como sería lo típico en las películas
de miedo para acojonarte del tó. No, según le han dicho, los gritos de este
fantasma son más del típico mañaco consentido que cuando vas al hipermercado
hacer la compra se mete en la sección de juguetes y hasta que los papás no le
compran lo que quiere, te ponen la cabeza loca.
-Tú estás mal tía,
¿sabiéndolo has comprado una casa encantada?
-Era una ganga y eso de
los fantasmas son chorradas.
-¡Bueno! puede que sí,
pero como se presente gritando a media noche ya me dirás ya. Porque a un crío de carne y hueso le sueltas un sopapo y lo
mandas a la cama, y ya está, pero a un fantasma, ya me explicaras.
-Ya te digo que eso son
gilipolleces de viejos, los fantasmas, y tú al igual que yo lo sabes muy bien,
andan, y que me conste, todos respiran.
Al igual que Maribel yo
mucho de creer en esas cosillas tampoco soy, pero tampoco es algo que me agradará comprobar, así pues, yo no me hubiera comprado aquella casa, por chula
que este, que lo está, y por barata que le saliera, que le ha salido. Sabiendo
que en cualquier momento, o puede que no… pero también que si, me saldría un
mañaco muerto desde Dios sabrá, gritándome pegado a la oreja. ¡Vamos! me muero
del susto seguro seguro, y más viviendo como Maribel, solá.
-Aquí podremos hacer
nuestras reuniones de los viernes sin molestar a nadie, y sin que nadie nos
moleste- insistía Maribel.
-Bueno, sí, pero yo no
diría a las chicas nada de lo del fantasma.
-¿Tú crees?
-Pues sí, sí creo sí.
No todas tenemos tus narices, por lo menos de momento, porque veremos si no
sales pitando cuando se te aparezca el mañaco.
-¡Qué va mujer! Que eso
son historias tontas, ni caso.
Al ver la serie de
televisión esa donde cuatro amigas (una muy putón) residentes todas en Nueva
York, se juntaban mínimo una vez por semana para mantener su amistad fueran sus
vidas las que fueran, se me ocurrió. Eche mano de facebook y de la guía de
teléfono, y empecé a buscar al grupito maravillas, así nos conocían en el
instituto, en lugar de cuatro como las de la serie éramos cinco, pero eso daba
igual.
Entre que Susana
repitió el último curso del insti y que cada una de las restantes cogió carreras distintas en la
universidad, la cosa se enfrió al punto que muchas cuando volvimos a vernos ya
teníamos familia, numerosa en el caso de Mari, o como Maribel, separada por
segunda vez y ni idea.
Cuando las contacte
todas se alegraron y no se lo pensaron -¿reunión del grupito maravillas del insti todos los viernes del año,
donde lo firmamos?- y así llevamos para cuatro años, tiempo en el que he
aprendido tanto o más que en el resto de vida. Por ejemplo, yo pensaba que era
la única que compraba los calzoncillos a su marido, y no es así, por lo visto,
alguna extraña razón hace que los hombres nunca se compren la ropa interior, esta
pasa de ser comprada por su madre a la pareja de una manera casi automática.
Trini dice, que si las mujeres dejáramos de comprar los calzoncillos a los
hombres, estos irían solo con el pantalón, está segura que antes de comprarlos ellos solitos, preferirían padecer las costuras del pantalón o la
incomodes de que todo aquello se les fuera moviendo de un lado al otro. Por eso,
insiste siempre Trini, los fabricantes de ropa interior hacen anuncios con tíos
mega buenorros, para llamar nuestra
atención… y la verdad es que su punto de razón no se lo quita nadie. Lo que si
veo exagerado de su planteamiento, es cuando asevera que el primer síntoma de
alzhéimer en la mujer casada o rejuntada, casi siempre pasa por fallar en la
talla de los gayumbos de su pareja.
Pese lo distintas que siempre
hemos sido, fíjense que Susana, toda una reputada veterinaria, es de la opinión
que las velas de cumpleaños en forma de numeritos son el mejor invento del
siglo veinte para con la humanidad en general, y muy en concreto, para con la
capa de ozono… las velitas de cumpleaños ¡menuda tontería! Está claro que el
mejor invento fue y es la Thermomix, claro que no hay mayor ciego que el que no
quiere ver. En cualquier caso, distintas pero muy tolerantes y grandes,
grandísimas amigas. No había viernes que no nos lo pasasemos de puta madre, y
daba igual que el tema principal fuera despellejar a los hombres, hablar de
moda, o imaginar las mejores cien formas de reducir a ceniza a la
suegra.
La semana pasada, entre
los cafés, la mistela y ese orujo de hierbas que pasa que no veas, llegue a
casa tan contenta que mi Juan se pensó que podría mojar pese no ser sábado ni
haberse pasado antes por la ducha. ¡Macoquis pá él!
Iba a gustito, pero no para tanto. Antes de pillarme ese tonto punto estuvimos
hablando largo y tendido de un tema entre morboso y peliagudo. Maribel tenía
una nueva compañera de trabajo, era lesbiana y según mi amiga, muy buena tía.
Entre ellas había buen filin, habían salido a comer y cenar juntas un par de
veces y Maribel empezaba a estar confundida. –No sé si me atrae físicamente-
nos dijo.
-A ver nena- respondió
Susana –si te atrae es porque sabes que es lesbiana, curiosidad nada más. Si
alguna de nosotras lo fuera te habría pasado igual-
Maribel dudo antes de
responder que sí, que podía ser así. –Pues claro que es así- insistió Susana
-si a ti te va más un buen cipote que a una gallina soñar con la menopausia-
No se trataba de
convencerla de nada, ¡menuda es Maribel cuando se encabezona! como prueba. La
casa que se terminaba de comprar, con fantasma gritón incluido, pero claro, era
una ganga.
Con el tema abierto,
empecemos a tratarlo tan de cerca que hasta nos metimos en un chat de lesbianas
¡qué cosas nos decían! y lo que empezó de coña terminó por calentarnos, y de
qué manera, no recuerdo haber tenido los pezones tan tiesos nunca. –Oye, habrá
que dejar esto ¿no?- dijo por lo bajito Mari. Al salirnos del chat, al que
estoy segura volvería más tarde alguna ya desde su casita, empezamos a elucubrar.
-A mi cuando me lo come
Raúl…no sé, me parece más una tuneladora a destajo que una mamada placentera. La
de veces que por quitármelo de encima le habré dicho. Déjalo, déjalo que harás
que me corra.
-A mi me pasaba lo
mismo con mi primer marido, en cambio el segundo, que follando era un desastre.
¡Oh, oh, oooh! cuando se me bajaba al pilón…ummm que maravillaaaaa... mira,
mira, la piel de gallina.
-Pues el mío va a días,
los tiene buenos y malos, pero si no le aseguro primero que luego yo se la
chupo, no se me baja el muy cabrón.
-Al mío le da asco-
añadió Susana.
-¡Comooo!- se escuchó al unísono tras unos breves segundo de incómodo silencio.
–Pues eso, que a mí
no…- insistió aquella pobre.
-Uffff, pues prefiero mi
tuneladora a nada- respondió la otra.
Se abrió una ronda de
preguntas a la que Susana apenas llegaba a responder. –Sí, tuve otras parejas
antes pero ninguna me hizo eso nunca. No, nunca lo he pedido. Alega que huele
mal y por eso no se lo come. Sí, claro que tengo curiosidad-
-A ver chicas-
intervine –esto debemos de arreglarlo- todas menos Susana asintieron. -¿Tú no
se la chupas a él?- pregunté.
-Sí.
-¡Que cabrón de
mierda!- le salió del alma a Mari.
-¡Oyeeee! Que es mi
marido.
-Sí, y un puto cabrón-
añadió Maribel. –Osea, tu si y el no, ¡por qué huele mal!, y a él que, ¿le
huele la polla a jazmín o canela?-
Susana, viéndose
pillada hubo de callar, sabía que sus amigas llevaban toda la razón. –Esta no
se va hoy de aquí sin que le hayan comido el coño.- Lo reconozco, me vine
arriba, posiblemente por el punto orujo de hierbas.
-Baja la voz que tengo
al niño en la salita- me dijo Susana.
-Y bueno ¿Qué tienes
pensado?- preguntó Maribel mirándome fijamente, al igual que las otras tres.
-Bueno… pues no sé, tú
que te tienes dudas podrías probar con ella y os hacéis un favor mutuo.
Ambas se miraron y me
trataron como a una loca, pero lo que en un principio fue una negativa rotunda
poco a poco fue quedando en un bueeeeno, a lo mejor algún diiiiiia. Tocaron al
timbre, era la amiga y vecina de Isabel, la niña de Susana. -¿La dejas que se
venga un ratito a casa?- estaba claro que la providencia estaba del lado de
Maribel y Susana.
-No, no mirarnos a sí,
eso no ocurrirá nunca- decía la una y la otra al resto, y eso que apenas
habíamos abierto la boca.
Pasado el cerrojo y
dejada la llave, no fuera a ser que el de la tuneladora se presentase antes de
lo que era normal, acompañemos a las dos ¡bueno! las empujamos hasta la habitación. –Vamos a dejarnos de hosssstiasss que ya está bien- decía Susana si
oponer demasiada resistencia.
Creo que fue Marí la
que trajo los caliches y el orujo a la habitación, donde continuamos con la
tontería, también trajo el portátil y volvimos a engancharnos al chat de las
lesbianas, esta vez, hasta con la webcam enchufada. Así empecemos, como
terminemos muy claro no lo tengo, se que las bragas que esa noche me quite
antes de coger la cama no eran mías, que la lengua que me repasó la vagina era
más pequeñita y algo menos áspera que la de Juan, pero infinitamente más
glotona, ¡ah! y que amanecí con un gusto de boca entre a sardina y pescadilla.
Nadie respiró en toda
la semana por el grupo de wasap, pero ha sido llegar el jueves y poner; –¡Que
chicas!, ¿quedamos mañana?- y les habrá faltado cualquier cosa menos tiempo
para confirmar asistencia. Con lo que me da, que este viernes será de lo más
movidito, eso sí, el orujo ni catarlo, lo que me coma así como lo que me deje
comer, pienso recordarlo con nitidez si o también.
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