Te permito llenar la mirada
con los ácidos labios que devoran
nuestras horas solitarias.
Recipiente en la voz de pasiones
labradas,
apenas dejo mostrar esas lagrimas
vagamente remolcadas por la simple
matemática.
Raíz cuadrada de instantáneas
multiplicadas
desmerecen el sabor de mi recuerdo,
a ese sudor de dos cuerpos amparados por
luces apagadas.
A pie de murallas, almenas y de una luna
nublada,
fornica mi ansia tu deseo incomprendido,
arrancando de allí, tu mudo gemido.
Ladrón de vagos suspiros,
desmenuzo mi pensamiento
con afilado cuchillo y mis mejores cinco
dedos.
Profundo hueco donde bebe mi cuerpo como
perro sin dueño,
encarnizado, aúlla el animal del
submundo obsceno.
Tarde que se hace noche,
noche que muere asesinada con la mañana,
mañana que antes de nacer se sabe
caducada,
rueda que gira sin cuerda o pila.
Vida, que sin un empujón, no eres nada.